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Caracas, capital de Venezuela, tiene una obra de arte callejera que atrapa la mirada de quienes la visitan. El ‘Balcón de las Muñecas’ no deja indiferente a nadie.
El balcón está en la parte más alta de una casa de tres pisos, entre dos grandes edificios dentro la parroquia Santa Rosalía de Caracas. Quienes conocen el lugar suelen dar como referencia la llamada esquina El Muerto, donde se pueden observar más de 500 cabezas de muñecas viejas y sucias.
Los vecinos se dividen entre aquellos que la consideran una escena digna de una película de terror o una expresión artística. Incluso, aquellos en contra de la exhibición han comenzado a recoger firmas para su retirada, atrayendo todavía más atención.
Su creador, Etanís González, ha afirmado que no tiene ninguna intención de retirar los juguetes, a pesar de su deteriorado estado lleno de hollín y polvo. Lo ha considerado «su legado» y decidió comenzar esta «obra de arte urbano» un día que, mientras limpiaba, dejó los juguetes de su hija en el balcón y notó que llamaba la atención de las personas. Muchos señalaban su domicilio pensando que eran bebés de verdad.
Se trata de un artista plástico, dueño de la vivienda y el local comercial, que ha dedicado gran parte de su vida a la realización de obras de arte que están aglomeradas en su hogar. «En la calle no hay nada que ver, solo paredes, por lo menos ves algo diferente», se ha defendido González. Fue gracias a los amigos de su hija que consiguió alcanzar un número tan alto de juguetes. Ellos se involucraron con la obra, le trajeron más ejemplares y le ayudaron a colocarlas. Ahora él se considera coleccionista de muñecas.
Una historia llena de rumores comenzó a circular por las calles de la capital venezolana. Se acusa a los dueños de la propiedad de practicar magia negra, con un anciano encorvado que sale a medianoche para robar las muñecas de las niñas mientras duermen.
Las fábulas terroríficas sobre la obra callejera provocaron que muchos hayan comenzado a evitar transitar por el balcón, especialmente de noche o los días de lluvia, en los que el agua provoca que el polvo negro de las muñecas se convierta en lúgubres lágrimas negras.
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