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En las afueras del bosque de Białowieża, que bordea la frontera entre Bielorrusia y el sudeste de Polonia, un grupo más de los formados por miles de migrantes que se encuentran atrapados en este paso fronterizo entre Bielorrusia y Polonia.
Es la puerta por la que tratan de entrar a la Unión Europea (UE) en busca de refugio y protección.
La crisis ha vivido una escalada después de que las autoridades bielorrusas escoltasen a unas 500 personas, la mayoría de ellas procedentes de Oriente Medio, hasta la frontera con Polonia.
Polonia busca construir en la frontera con Bielorrusia un muro al estilo Donald Trump. Mientras se levanta, el Ejecutivo polaco ha desplegado una fuerza de unos 17.000 policías fronterizos reforzados con personal militar para patrullar la zona.
Desde Varsovia acusan a Bielorrusia de alentar la entrada de migrantes en una política deliberada para debilitar una de las fronteras de la UE. El Gobierno polaco ha creado una zona militarizada en un radio de tres kilómetros del límite fronterizo para impedir la atención médica, la presencia de cooperantes voluntarios y la de periodistas.
El grupo kurdo-iraquí viene de Duhok, cerca de la frontera con Turquía. Cuando llegan a Bielorrusia, los migrantes tienen que pagar entre 15.000 y 20.000 euros. Se los ve llegar con camisetas y pantalones cortos, sin ser conscientes de las temperaturas que les esperan. A continuación, los instalan en hoteles estatales gestionados por el régimen, desde donde son trasladados hacia la frontera polaca o lituana en autobuses, o incluso taxis, enviados de manera oficial.
Una vez en el lado polaco, los migrantes son perseguidos por guardias fronterizos, policías, soldados y fuerzas de defensa territorial. En la región de Hajnówka, prácticamente uno de cada dos coches circulando por la carretera pertenece a las fuerzas del orden. Otros llevan los cristales tintados. Para proteger a los migrantes o para pasarlos de contrabando.
En el Hospital Mantiuk de Hajnówka, un niño de Somalia cuenta cómo vio morir de frío a sus dos hermanos. «Es imposible decir dónde ocurrió», dice. Según los médicos, podría estar perdiendo el contacto con la realidad.
Los refugiados que llegan al hospital reciben atención médica profesional, pero hay guardias fronterizos patrullando el centro. En cuanto recuperan la salud, los guardias los llevan de vuelta a la frontera para abandonarlos en el bosque.
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