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Algunas de las medidas más desesperadas requieren que estas familias poco pudientes tengan que vender a sus hijos para poder subsistir.
Desde que los talibanes tomaron el poder el pasado agosto, la situación de la población afgana, en especial la de familias de clase media que en el pasado disfrutaron de años de bonanza, ha empezado a llegar al límite.
En gran parte del país el hambe ha provocado una situación desesperada para las familias; no queda sitio para que los bebés puedan estar en los hospitales y muchas familias han tenido que recurrir a la venta de sus hijos para poder comer.
Un informe de la ONU ha especificado que 23 millones de personas afganas, más de la mitad de la población de Afganistán, se enfrentará a una inseguridad alimentaria a partir de noviembre.
La lucha para la validez de los derechos de los ciudadanos afganos, especialmente de niños y mujeres, tampoco parece estar surtiendo ningún efecto y se estima que las las condiciones y libertades de estos núcleros de población serán cada vez peores.
Las administraciones locales de los talibanes en las provincias del país actúan según el llamado «manual contra el vicio» que impone unas duras políticas de abusos y discriminación mucho más duras que las aplicadas en la capital del país, Kabul.
Según la organización de Servicios Sociales y Bienestar Social afgana Ehsas, durante estos últimos meses, el número de personas que se ha registrado en el país para tener asistencia sanitaria ha aumentado un 70%.
Los talibanes anunciaron además que van a repartir 66.000 toneladas de trigo mediante un programa de trabajo para aquellos que más lo necesiten, pero el mismo Gobierno todavía no ha pagado los sueldos de unos 500.000 empleados desde que llegó al poder.
Tampoco ha sido capaz de poner solución a la crisis humanitaria en la que se encuentra el país, uno de los muchos motivos siendo la suspensión de fondos internacionales.
El alemán Mark Bryan tiene 61 años y usa falda con tacones para ir al trabajo, no es gay y tiene esposa, hijos y nietos.
Cinco muertos y casi 400 evacuados al chocar un avión comercial con una aeronave de la Guardia Costera en un aeropuerto de Tokio, Japón.