Desde que se desató la oleada de protestas a raíz del golpe de estado del 1 de febrero, la nación de Birmania del sudeste asiático, ha sido testigo de cómo decenas de ciudadanos mueren a mano de la policía y brigadas militares.
La finalidad de los protestantes y del movimiento de desobediencia civil (CDM siglas en inglés) es la de devolver el poder al pueblo, restaurar la democracia, frenar la violencia militar y la opresión de inocentes.
Por su parte la junta militar que gobierna al país, ha decretado la ley marcial absoluta en al menos seis distritos de Yagón y en varios de Mandalay, pese a las medidas tomadas por la junta, los residentes y manifestantes continúan en las calles en una jornada de protestas en contra del golpe de estado que dio inicio el 1 de febrero, que luchan constantemente por no ser esclavos de unos principios que van en contra de su ideología y el derecho de autodeterminación de los más de 135 grupos étnicos que existen en la nación de Birmania.
Esta oleada de ataques, represiones, muertes y heridos en manos de la violencia de los militares y policías, ha despertado la preocupación y disparado las alarmas de la Unión Europea, quien ha pedido a la junta militar de Birmania, que cese la violencia contra los manifestantes, para evitar el aumento del balance de muertes en la nación, que hasta la fecha se ha cobrado la vida de 274 ciudadanos entre ellos niños, dejando victimas mortales diariamente. La UE estudia actualmente todos los programas para ofrecer la ayuda humanitaria necesaria a las víctimas de las protestas, y de la cantidad de muertes causadas por la violencia militar que vive actualmente el pueblo de Birmania.
Al menos 300 personas han sido asesinadas y gravemente heridas a manos de la violencia militar que hoy vive Birmania, a raíz de la crisis actual que atraviesa el país del sudeste asiático. La mayoría son civiles fallecidos durante las manifestaciones contra la junta militar. Una de las víctimas más jóvenes ha sido la muerta de una niña de 7 años tras un disparo en el estómago.
El alemán Mark Bryan tiene 61 años y usa falda con tacones para ir al trabajo, no es gay y tiene esposa, hijos y nietos.
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