La crisis por el Coronavirus fue algo que no se tenía previsto en Europa. En el mes de febrero, los expertos de salud del continente pensaban que no existía un alto peligro sobre la posibilidad de que el virus se expandiera en el territorio y, hoy en día, se ha convertido en la peor pandemia en lo que va de siglo.
Italia, uno de los países más afectados, notó que el problema era serio cuando empezaron a detectar numerosos casos en el norte del país, situación que se fue replicando en otras naciones y cada día iban entrando más personas a las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), especialmente personas mayores.
El Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) en Sucia, no tenía previsto lo que sucedería. Llevaron a cabo reuniones en donde representantes de diversos países consideraron, según publica el diario El País, que podría ser un inconveniente generar miedo en la población y estigmatizar a quienes se hacen pruebas diagnósticas.
Los principales problemas que surgieron, aparte de los enfermos, fue que no había pruebas suficientes para el diagnóstico. Lo mismo ocurrió con las mascarillas, que se volvió un instrumento indispensable, especialmente para los sanitarios, quienes la necesitaban urgentemente ante el colapso que se presentó en los hospitales.
La función principal del ECDC es ofrecer el conocimiento e ideas necesarias para que los países puedan coordinar de manera efectiva la salud de sus ciudadanos. En este caso, se vieron apabullados ante la propagación del Covid-19. Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aseguró que con lo que se conocía previamente no se pudo conocer la capacidad de transmisión que tenía el virus, especialmente en cuanto a los viajes internacionales, lo que provocó que se expandiera en el mundo.
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