Este pasado domingo, Telecinco estrenaba en prime time el primer episodio de ‘Dolores Vázquez: la verdad sobre el caso Wanninkhof’, en ella la protagonista narraba cómo había sido su experiencia en prisión al ser acusada de asesinato.
Tras veinte años, Vázquez decidió romper el silencio y hablar de uno de los momentos más complicados de su vida, del que se sigue acordando. Por entonces fue enviada a prisión, ya que la justicia la acusó de haber matado a la hija mayor de la que fue su expareja, Alicia Hornos.
Dolores se sentó frente a las cámaras y dio su versión de los hechos, para contar sus vivencias y los grandes errores que se cometieron con ella.
Por aquel entonces, las sospechas recayeron sobre ella después de colaborar en la búsqueda de Rocío Wanninkhof por la Costa del Sol. Pero fue la aparición del cuerpo sin vida lo que hizo que la justicia comenzara a buscar sospechosos.
Fue entonces cuando la Guardia Civil llegó a la casa de Vázquez en Mijas, y la detuvo. “Era un día normal para mí, yo estaba regando el jardín y mi hermana había salido a hacer la compra, llegaron dos Guardias Civiles que me leyeron mis derechos y que me pusieron los grilletes. Recuerdo ver a Mari, mi vecina del restaurante, con lágrimas en los ojos, yo lo único que le decía es que cuidara de mi madre y que llamara a mi hermana”, comenzaba contando.
De ese día relata cómo fue su primer día en prisión: “No me hablaban, no me decían nada, es como que daban todos por hecho que yo era la culpable, que yo lo había hecho. Venían cada dos por tres a mi celda y me encendían y apagaban las luces, no entendía nada, me acurruqué en la pared”.
Un total de 500 días que le tocó permanecer el calabozo recibiendo toda clase de insultos y amenazas por parte de otras presas: “Ahí las demás presas me empezaban a gritar de todo desde sus celdas, me llamaban asesina, bollera, lesbiana, me decían que si quería compañía, cosas muy desagradables, muy obscenas”.
«Para mí fue como un maltrato, yo tenía miedo”, confiesa. Además cuenta lo que una funcionaria le hacía: “Me tiraba del pelo”.
“Tenía pesadillas con el sonido de los cerrojos, me llenaba los oídos con papel higiénico para no escuchar ese sonido, las horas no pasaban”.
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