Su nombre real era Elizabeth Cochran y alcanzó la fama al ser pionera en el periodismo de investigación y lograr que se regule los manicomios.
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¿Conoce a Nellie Bly (1864-1922), la periodista estadounidense que, en el siglo XIX, haciéndose pasar por loca? La mujer se hizo internar durante diez días en un manicomio, para investigar las terribles condiciones en que se encontraban las pacientes.
Nellie Bly era sólo el seudónimo con el que firmaba sus incómodos artículos: su verdadero nombre era Elizabeth Cochran.
El personaje
Sólo tenía 23 años cuando tomó la valiente decisión de internarse en un hospital psiquiátrico, un lugar infernal en aquellos años y durante muchos otros.
Elizabeth – Nellie se había trasladado a Nueva York en busca de trabajo para otro periódico. Ella no se conformaba con escribir para la «Women’s Page» del «Pittsburgh Dispach» – para el que cubría el teatro y la moda -. Después de haber pasado algún tiempo haciendo reportajes de investigación sobre las condiciones de vida de las mujeres que trabajaban en las fábricas y, de haber sido, con sólo 21 años; corresponsal en México bajo la dictadura de Porfirio Díaz, que naturalmente no garantizaba la libertad de expresión y de prensa.
Se convirtió en periodista del «New York World«, dirigido nada menos que por Joseph Pulitzer; a quien se dedicaría el famoso premio de periodismo, y fundador de la más famosa escuela de periodismo estadounidense. Casi de inmediato, se le pidió a Elizabeth que entrara en los manicomios como una falsa loca, en concreto en el Women’s Lunatic Asylum de Blackwell Island, en Nueva York -que ya tenía mala reputación-, para investigar posibles negligencias, violencias y abusos -y habría encontrado muchos- hacia las pacientes.
Ella aceptó, con la condición de que esta arriesgada «misión» durara «sólo» diez días. Para ser creíble, practicaba frente al espejo, para asumir expresiones «locas». Una noche, en una pensión, su comportamiento fue tan convincente que la policía tuvo que intervenir para calmarla: pero no dijo que era un montaje; sólo que quería entrar en el manicomio.
Fue llevada ante el juez, fingió tener amnesia y, fue consultada por reconocidos psiquiatras. El caso también apareció en los medios de comunicación, como el «New York Times» y el «New York Sun«.
La experiencia de investigación en el asilo
Al ingresar Nellie Bly, en el manicomio de mujeres, la periodista comenzó inmediatamente a investigar: vio a mujeres atadas con cuerdas, porque se las consideraba peligrosas, mientras que a otras se las mantenía quietas todo el día en bancos duros y no se les permitía hablar.
Además, sus ropas eran ligeras, aunque en aquella época hacía frío. En el baño no había agua caliente y a menudo a las pobres chicas se les lanzaba agua helada en la cabeza como «castigo». Los gritos del «personal» contra ellas, palizas y a veces abusos sexuales, eran frecuentes. Además, la comida era muy mala y generalmente consistía en carne podrida y pan seco. Por no hablar de la falta de higiene en las instalaciones, que favorecía la presencia de ratas.
La periodista fue sorprendida al encontrar que algunas de las internas no eran enfermas mentales en absoluto, sino mujeres pobres marginadas por la sociedad e incluso por sus propias familias, impactada por esta experiencia, Nellie Bly escribiría que un tratamiento similar al que recibieron las mujeres allí, en dos meses habría hecho «un destrozo mental y físico» a cualquier persona sana.
Su estancia en el manicomio finalizó diez días después de lo acordado y dio lugar a numerosos artículos en el «New York World» y al libro ‘The days in a Mad-House‘ (‘Diez días en un manicomio’). Más tarde se constituyó un «gran jurado» en los tribunales para investigar los abusos perpetrados en el Asilo de Mujeres Lunáticas, tras lo cual se asignaron fondos para ayudar a los discapacitados mentales y para asegurarse de que sólo se internara a las personas realmente enfermas.
La vuelta al mundo en 72 días y la correspondencia de guerra
Más tarde, tras hacerse famosa por su internamiento en manicomios con fines de investigación, Elizabeth Cochran partió en nombre del New York World para realizar la «Vuelta al Mundo en 80 días» que narraba Julio Verne en su famosa novela, pero sólo tardó 72 días, viajando casi siempre sola, y no es difícil imaginar que en la época pocas mujeres tenían esta posibilidad: se convirtió en un modelo de emancipación femenina durante los años de la batalla sufragista por el derecho al voto de las mujeres y publicó un libro sobre su experiencia titulado «La vuelta al mundo en 72 días».
Cinco años después se casó con el millonario industrial Robert Seaman, 42 años mayor que ella, y dejó el periodismo. Se hizo cargo del negocio de su marido tras su muerte en 1904, pero diez años después, debido a las deudas, tuvo que declararse en quiebra.
El año anterior había vuelto al periodismo, escribiendo artículos periodísticos y también pudo hablar en el Congreso Sufragista de 1913. Al estallar la Primera Guerra Mundial, partió como corresponsal de guerra en Europa, especialmente en el frente ruso-serbio, para el «New York Evening Journal«, mientras se dedicaba a ayudar a viudas, huérfanos y niños necesitados. Murió de neumonía cuando sólo tenía 57 años y fue enterrada en una modesta tumba en un cementerio del Bronx. Unas semanas antes de fallecer dijo: «Nunca he escrito una palabra que no saliera de mi corazón. Y nunca lo haré».
Su abnegación y coraje como periodista le valieron ser incluida en el Salón Nacional de la Fama de la Mujer, una institución estadounidense creada en 1969 en Seneca Falls (Nueva York) para honrar a las mujeres que han hecho grande a Estados Unidos distinguiéndose en las artes, el deporte, los negocios, la educación, el gobierno, la filantropía y la ciencia.