Ya creíamos que nunca iba a pasar, que se convertiría en una película maldita que jamás vería la luz en nuestro país (como el Titus de Julie Taymor y Anthony Hopkins) pero Phillip Morris, ¡te quiero! se estrena el próximo viernes en nuestro país.
Algo que no puede decir el público norteamericano, que sigue esperando a que una distribuidora se decida de una vez por todas a estrenar a una película mucho menos polémica de lo que algunos quieren creer.
¿Cómo puede seguir siendo un obstáculo que una historia de amor entre dos hombres sea un obstáculo comercial para una película protagonizada por dos estrellas del calibre de Jim Carrey y Ewan McGregor? El mundo en general y Hollywood en particular están locos, pero ellos se lo pierden porque Phillip Morris, ¡te quiero! es una película sorprendente.
Y digo sorprendente porque juega en esa lista de películas encabezadas por El bosque del perseguido (a veces con razón) M.
Night Shyamalan de “películas que nos venden una cosa y al final son otra muy diferente….
muy válidas, pero distintas a lo que nos habían prometido”.
Es lo que pasa con la ópera prima de Glenn Ficarra y John Requa, guionistas de Bad Santa.
Por mucho que Jim Carrey gesticule, Phillip Morris, ¡te quiero! no deja de ser un drama maquillado de comedia negra.
Según avanza la película, más tristes se tornan los acontecimientos y más aislados son los ingeniosos toques de humor provenientes de un buen guión que avanza paso a paso, sin estridencias y con un toque más clásico de lo que podría .
¿Es decepcionante ese giro al drama? Para un servidor, simple y llanamente no porque ante todo estamos ante una buena película.
Eso ya es más de lo que se puede decir de la reciente carrera de un Jim Carrey un tanto desaparecido de la gran pantalla y que últimamente se ha prodigado únicamente en malas películas (The Number 23), mediocres (Fun with Dick and Jane) o efectivas, aunque ha vistas en su carrera (Dí que sí, remedo a la inversa de uno de sus grandes éxitos, Mentiroso compulsivo).
Y no, no soy de los snobs que piensan que el actor sólo ha estado bien en Man on the Moon, El Show de Truman u Olvídate de mí.
Me gusta Carrey y me gustan sus muecas por muy agotadoras que puedan resultar (probablemente con razón) al detractor de turno.
En su última película cumple con nota y lleva claramente el peso de la película, sobreponiéndose a Ewan McGregor, un actor con mucha más fama de la que realmente merece.
El escocés tiene un buen puñado de grandes películas en su currículum, ¿pero cuantas veces ha estado realmente bien el Obi Wan de nuestra época? Mucho me temo que estamos ante uno de os casos en los que unos cardan la lana y otros se llevan la fama.
Ewan McGegor nunca fue un gran actor… y sigue sin serlo.
Pero volvamos alguión de la película, la verdadera estrella de la cinta.
Phillip Morris, ¡te quiero! no ondea ninguna bandera ni se dedica a reivindicar nada: sólo cuenta un drama romántico en clave de comedia negra en el que, cosas de la vida, los personajes centrales son homosexuales.
Ficarra y Requa apuestan por darle a la homosexualidad dentro de la película la normalidad algo más absoluta, la opción más lógica y razonable en los tiempos que vivimos (se acaba de aprobar el matrimonio gay en Latinoamérica y se ha levantado su prohibición en California): no se puede seguir hablando de cómo Heath Ledger clava su personaje de homosexual en Brokeback Mountain: lo que hace el australiano en la película es meterse en la piel de un veinteañero uraño, traumatizado por su relación con su padre que se niega a aceptar lo que realmente es (aquí homosexual, en otras películas cualquier otra cosa).
Basta ya de etiquetas.
El crítico de Variety John Anderson demuestra que ha entendido lo que los cineastas quieren contarnos en Phillip Morris, ¡te quiero! al consider que la película “más que una comedia, es una hilarante tragedia“, muy ingeniosa y sorprendente (giro final que no conviene revelar aquí incluído).
No deja de ser curioso que la prensa estadounidense diga palabras como “Pertenece al género de farsa gay absurda, romántica y etérea.
Glenn Ficarra y John Requea han tramado un chispeante y conmovedor entretenimiento” (Duane Byrge, The Hollywood Reporter) y sus espectadores no puedan verla.
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