Pan Negre (Pan Negro) es el tercer título español mostrado en la Sección Oficial y el tercero de ellos en estar rodado en su gran mayoría en catalán.
Más de un comentarista político se frotaría con las manos si no llega a ser porque el festival es vasco, pero vamos a lo que nos importa, el cine.
El director Agustí Villaronga (El Mar) vuelve a San Sebastián por tercera ocasión después de participar en la muestra donostiarra en los años 1986 (Tras el cristal, Nuevos Directores) y 2002 (Aro Tolbukhin, Sección Oficial).
Villaronga adapta la novela homónima de Emili Teixidor, todo un fenómeno de ventas en Cataluña, para su regreso a la dirección después de un parón de ocho años.
¿Ha merecido la pena la espera para ver su sexta película? La respuesta, en una sola palabra: “Sí”.
A primera vista, Pan Negro podría parecer la enésima revisión a la posguerra civil española con niño de por medio, pero afortunadamente va más allá.
Villaronga está determinado a reflexionar sobre los buenos que no son tan buenos y los malos que no son tan malos a través de un niño (un muy acertado Francesc Colomer, que debuta con la película) que poco a poco que la vida y las cosas no son exáctamente como su adorado padre le ha contado, provocando una decepción y un cambio en su carácter que desemboca en una muy potente secuencia que hace honor a su sobrenombre de El asesino de pájaros.
Aunque para impresionante, la escena que abre Pan Negro: el asesinato de un padre y su hijo a bordo de un coche de caballos y su posterior caída por un despeñadero forma ya parte de las imágenes cinematográficas más potentes del 2010.
Pan Negro, a la que puede caerle algo perfectamente en la lectura del palmarés que se celebrará el próximo sábado, carece deliberadamente de emoción, apostando por un tono duro y amargo que se acaba convirtiendo en poso.
La magia con la que especulan los niños protagonistas de la historia acaba desapareciendo en favor de una dura verdad que cambiará a todos para siempre.
Y no necesariamente para bien de sus personajes… aunque sí para una de mis películas favoritas exhibidas a competición (junto a la muy “divertida” I saw the devil), que gana enteros gracias a la fantástica fotografía de Antonio Riestra (Frida, Amores Perros) y la estupenda puesta en escena de Villaronga.
Esperemos que no deje pasar ocho años más para volver a estrenar película.
Sinopsis: En los crudos años de la posguerra rural en Catalunya, Andreu, un niño que pertenece al bando de los perdedores, encuentra un día en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo.
Las autoridades quieren cargar el muerto a su padre pero él, para ayudarle, intenta averiguar quién los mató.
En ese recorrido, se produce en Andreu el despertar de una conciencia moral frente a un mundo de adultos alimentado por las mentiras.
Para sobrevivir, traiciona sus propias raíces y acaba descubriendo el monstruo que habita en él.
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