Un brutal rastro de sangre ha bañado las butacas del Kursaal donostiarra con las proyecciones de la coreana I saw the devil, la mejor y más arriesgada oferta de la Sección Oficial hasta el momento.
Durante los primeros compases del film el espectador podría pensar que estamos ante una demostración más de la filia del cine oriental por las historias de venganza, pero la película de Ji-woon Kim (El bueno, el feo y el raro, Dos hermanas) va mucho más allá de una simple vendetta: ¿Tiene sentido vengar la muerte de un ser querido? y, sobre todo, ¿Cuál es el límite de esa venganza? son las preguntas que lanza una película que, a priori, pinta más en el festival de Sitges que en el de San Sebastián.
Pero no me malinterpretéis, esta reflexión sobre la creación involuntaria de un monstruo para acabar con otro monstruo podría acabar perfectamente en el palmarés.
A lo largo del metraje del film vemos en pantalla tantos ejemplos de barbaridades, mutilaciones y apuñalamientos como uno se pueda llegar a imaginar, retando constantemente a la audiencia a que siga mirando fijamente a la pantalla.
Y eso es lo que hemos hecho los que no hemos decidido huir de la sala ante la proliferación de violencia ante nuestros ojos, que los ha habido (aún recuerdo la célebre espantada general del público ante la compleja Tideland de Terry Gillian).
Los que tengan mala mano para la sangre, que se ahorren la película.
No tiene sentido sufrir.
De veras.
Afortunadamente, I saw the devil no se queda en la anécdota de la violencia y ofrece una narración provocadora y sorprendente: cuando te crees que sabes de qué va la película, el director se saca las verdaderas cartas y el juego – nunca mejor dicho – empieza de verdad.
Y de cómo.
El despliegue visual de Ji-woon Kim demuestra su habilidad en la puesta en escena y en la creación de set pieces tan tensas como espectaculares, con cabida para giros sarcásticos, sorprendentes o crueles.
O todo junto.
I saw the devil es excesiva de todos los maneras en las que una película puede ser excesiva(la duración no se salva: en sus ciento cuarenta minutos hay cabida para casi tantos falsos finales como El retorno del Rey), pero no defrauda ni deja de sorprender en ningún momento.
Que se dice pronto.
Sinopsis: Kyung-chul es un psicópata peligroso que mata por placer.
Ha cometido asesinatos en serie infernales con unos métodos diabólicos difíciles de imaginar.
Sus víctimas son desde chicas jóvenes hasta niños.
La policía lleva tiempo tras su rastro sin lograr capturarlo.
Un día, su presa es Ju-yeon, la hija de un jefe de policía retirado, y el cadáver es hallado en un estado espantoso.
El novio de la chica, Soo-hyun, un agente secreto, se propone dar personalmente con el asesino.
Jura hacer todo lo que esté en su mano para vengarse del criminal, incluso si eso conlleva que él mismo se convierta en un monstruo.
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