Y si México ya ha sido la encargada de abrir la Sección Oficial a competición con la regulera Chicogrande, el país azteca inaugura también Horizontes Latinos con Abel, el muy estimable estreno como director del actor de Diego Luna.
Acompañado en el proyecto por sus colegas John Malkovich (que estuvo en la gala de Apertura junto a Luna) y Gael García Bernal en calidad de productores, el actor de Y tu mamá también establece unos prometedores cimientos en una potencial carrera como director en una película que recuerda poderosamente a una de las más agradeciadas tramas de Abierto toda la noche, la estupenda novela del cineasta y escritor David Trueba.
Tras abandonar una institución psiquiátrica con nueve años, el jóven Abel vuelve a su casa en un estado de rarez absoluta que desemboca en un inesperado desorden: empieza a actuar como si fuera el cabeza de familia, desaparecido desde hace dos años… hasta que decide regresar y se encuentra con semejante berenjenal.
Curiosa trama desarrollada con buen pulso y muy bien sentido del humor por un Diego Luna que, no obstante, no sabe terminar del todo una más que interesante película: el espectador abandona la sala con la impresión de que, a pesar de todo lo que ha pasado en la historia, nada es distinto, los personajes no han evolucionado.
Una decisión probablemente realista, pero un tanto cuestionable desde un punto de vista narrativo.
Luna se desvela como un gran director de actores en una historia que surgió, según sus propias palabras, como un canto de amor a la madre que perdió cuando tenía tan sólo tres años.
Eso, y el trascendental papel de la mujer en la familia tradicional mexicana, fueron las bases de una comedia que se enriquece gracias al trabajo de la actriz que da vida a la madre, Karina Gidi, y el niño Chistohper Ruiz-Esparza, un debutante que aprueba con nota al hacer creíble un complicado rol que se queda a medio camino de la infancia y la supuesta madurez y que tiene inesperadas consecuencias para el resto de miembros de esta carismática familia.
Sinopsis: Abel es un niño de nueve años de edad cuyo comportamiento y negativa a hablar lo ha llevado a estar en un centro de salud mental cerca de su casa.
Su madre soltera, convencida de que reunirle con su hermano y su hermana podría ayudar en su situación, persuade al doctor de Abel para que deje libre al niño durante una semana.
Con su padre ausente, Abel se convierte en una poco convencional figura paternal que conseguirá unir a la familia.
Hasta que un día un hombre llama a la puerta: su padre.
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