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29 mayo, 2020 2:50 am

Crítica: La Red Social. David Fincher a pleno rendimiento

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Hace muy poco en una extensa y muy recomendable entrevista a David Fincher, descubrimos entre otras cosas que es un enamorado de su trabajo y que la técnica le ha apasionado desde siempre.
Como no podría ser de otra forma viniendo de un cineasta ya consagrado, a falta del consabido Oscar, Fincher nos regala una nueva lección de cine en la que el equilibrio entre los personajes, la trama y la narrativa no deja lugar a dudas del nivel que esta alcanzando el director.

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La Red Social se estrenará en nuestras pantallas el 29 de Octubre y espero que como merece, esta cinta se convierta en un fenómeno social, muy cercano al tema que analiza.
Con un desengaño amoroso como detonante, La Red Social arranca con el germen de Facebook en la habitación de estudiante que Mark Zuckerberg tenia en Harvard.

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El proyecto le sirve como revancha y a la vez como manera de llamar la atención de su mundo, compuesto por los elitismos inútiles de las consabidas fraternidades.
Alternando líneas temporales, somos a la par testigos de las demandas a las que hizo frente en los comienzos de su andadura como el billonario más joven del mundo.
En definitiva, el intento de un geek socialmente inadaptado por ser popular desbordado por su propio éxito: El argumento perfecto para una película.
Como buen producto de entretenimiento, Fincher le da a cada uno lo que mejor pueda apreciar de este pedazo de nuestra historia reciente.
La generación Facebook va a conocer los entresijos de esa aplicación que le roba gran parte del tiempo durante el día.
Los programadores van a divertirse pisando suelo conocido y a la vez y sin que sirva de precedente saldrán del cine pensando que saben más que los demás.
Los emprendedores saldrán de la sala casi sin que la película haya concluido para intentar poner en marcha alguna loca idea.
Quizá la menos afectada sea la audiencia común, aquellos que han oído hablar del tema y no les presta la mayor curiosidad.
Incluso ese público sabrá reconocer la valía de una cinta trepidante, con el éxito, el dinero y la fama como partes fundamentales de la trama.
La película no existiría sin su casting.
La simple elección de Justin Timberlake como el parlanchín vende motos Sean Parker nos da la idea de que el reparto se basa en la necesidad de utilizar cualidades bien conocidas de los actores como parte de sus interpretaciones.
Así Mark Zuckerberg está construido con los tics y las frases atropelladas de Jesse Eisenberg o Eduardo Saverin tiene las maneras casi infantiles de Andrew Garfield.
Redescubrimos también en el plantel a Rooney Mara, la futura Lisbeth Salander de la siguiente adaptación de Fincher.
En el lado negativo, se podría argumentar que Fincher peca de soberbia en el apartado técnico, complicando las cosas de manera innecesaria, como al contratar a un solo actor para interpretar a los hermanos Winklevoss, obligando así a la utilización de efectos digitales que no siempre están a la altura del resto del film.
O en la escena de la competición de remo en la que se permite el capricho de darnos un recital de tilt shift, un efecto visual que a día de hoy, cualquier chaval es capaz de recrear con su cámara y algunas herramientas informáticas al alcance de cualquiera.
Sin embargo hay que quitarse el sombrero ante momentos técnicos apabullantes como el brutal sonido de la escena en la discoteca donde tiene lugar el encuentro entre Zuckerberg y Parker o la construcción de la secuencia al comienzo de la cinta en la que se crea Face Mash, blogueada en directo por su creador con toda la información necesaria para introducir al espectador en la cabeza de Mark Zuckerberg.
Definitivamente es una película sorprendente por muchos motivos.
El más relevante es que un material que podría caer con mucha facilidad pasto del mercado de telefilms, ha terminado convirtiéndose en una película que apetece ver de nuevo para deleitarse con sus detalles.
La música de Trent Reznor y Atticuss Ross, el libreto de Aaron Sorkin, la foto de Jeff Cronenweth o el montaje de Angus Wall y Kirk Baxter, todo funciona en perfecta armonía siguiendo la batuta del maestro Fincher.
Es imposible que alguien salga del cine indiferente porque La Red Social habla de todo el mundo, bueno, concretamente de 500 millones de enganchados a Facebook.

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