A veces en la vida y en los negocios hay que ser consciente de lo que somos, sin vergüenzas ni falsas pretenciones: Burlesque lo es y mucho.
La película del desconocido Steve Antin es un poco como el cine de Michael Bay: desvergonzado, directo a la yugular y probablemente tan malo como entretenido.
No podía ser de otro modo cuando juntas en pantalla a una leyenda viva del show business como Cher y una cantanta en horas bajas sin experiencia interpretativa como Christina Aguilera.
El 17 de diciembre desvelaremos la incógnita de Burlesque: ¿Placer culpable para los adictos al pop y a los musicales o bodrio candidato a arrasar en los próximos Razzie? Sólo el tiempo lo dirá.
En la película, las aventuras de una cantante de pueblo que se va a Los Angeles para triunfar en un popular club de cabaret siempre y cuando convenza de su talento a la dueña de local, hay estereotipos para todos los gustos: la joven talentosa pero insegura (Aguilera), la diva de vuelta de todo (Cher), su ayudante presumiblemente homosexual (Stanley Tucci, en un papel en la línea de El diablo viste de Prada), el camarero borde que se acaba enamorando de la protagonista (Cam Gigandet), la estrella del show y futura archienemiga (Kristen Bell) y el cazatalentos que la sacará de allí (Eric Dane).
No sorprende, pero tampoco engaña.
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