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27 mayo, 2020 1:40 am

Crítica: Tron Legacy, ejercicio de nostalgia innecesario

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Para los chavales de los años 80, que trasteaban con el Spectrum y soñaban con un mundo repleto de chips y programas sin saber muy bien a qué se estaban refiriendo, Tron fue todo un exitazo.
Motos de luz, efectos especiales impresionantes para la época, una historia que abrumaba solo al escuchar los términos que usaban en ella… Tristemente, Tron no ha envejecido bien con el tiempo, y en una época en la que estamos acostumbrados a los efectos especiales constantes en el cine, se hacía más risible que otra cosa.

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Es por ello que se decidió hacer una nueva secuela para el público de hoy en día: Tron Legacy.
Si te gustó Tron en su día, te gustará Tron Legacy, pues no es sino una versión hipervitaminada de aquella entrega, repitiendo todo lo que hizo a aquella famosa y llevándola al límite.

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Veremos de nuevo los discos, las batallas con ellos, las motos de luz, el retorno de Clu y del mismísimo Tron.
Todo preparado para la nostalgia de una película que, como parece no recordar nadie, en su día fue considerada como un fracaso.
No olvidemos que han pasado casi 30 años desde que Jeff Bridges se metiera por primera vez en el mundo digital, y hemos visto muchas novedades impresionantes en la gran pantalla, tantas que un mundo como el de Tron Legacy se nos hace soso, falto de interés y que solo puede interesar a aquellos que lo disfrutaron en 1982.
El estilo visual de Tron Legacy es soso y añejo desde su concepción, y cualquiera que no esté cegado por el brillo de la nostalgia probablemente lo verá.
En Tron Legacy seguiremos al hijo de Kevin Flynn, que se dedica a boicotear la antigua empresa de su padre para que saque los menores beneficios posibles (esta trama, por cierto, se soluciona de la manera más obvia y absurda que podáis imaginar) y que, tras recibir un aviso de su padre, se mete en el mundo virtual, donde revive de nuevo las experiencias de su progenitor, se vuelve a encontrar con él y trata de salir de allí con vida… si Clu no lo encuentra antes.
Aunque hay que reconocer que el filme tiene algunos momentos espectaculares (Jeff Bridges interactuando con el Jeff Bridges de hace treinta años, la carrera de motos de luz, la pelea en el bar), ni los personajes terminan de interesarnos en ningún momento ni la acción que la película nos muestra es todo lo emocionante que podría esperarse de la secuela de Tron.
Por no hablar de una trama que nos meterá por extraños derroteros plagados de programas, usuarios, datos y demás parafernalia típica de Tron.
Ojo, porque pocos se van a atrever a decir algo en contra de la película, de la misma manera que pocos se atreven a decir algo en contra de la primera parte: Es lo que tienen las películas de culto, que aunque no te convenzan en absoluto tienes que seguir los dictados de la mayoría para no quedar como un palurdo.
Qué queréis que os diga, si un filme con otro nombre tuviera los efectos de Tron Legacy y una historia tan blanda como la de esta secuela, no le interesaría a nadie.
Pero, a pesar de un guión repleto de tópicos, unos efectos especiales que no sorprenden y un diseño artístico con el que cualquiera querría sacarse los ojos, Tron Legacy también tiene sus cosas positivas, como la dirección de Joseph Kosinski, un novato que ha cumplido con nota su primera labor tras las cámaras.
En todo momento sabe dónde poner la cámara, cómo rodar escenas de acción de manera comprensible y utilizar su conocimiento en que la cosa llegue a buen destino y no al bodrio infumable que podría haber sido con un director más caótico.
El otro punto positivo es, indudablemente, la banda sonora, plagada de temas electrónicos (esta no es la parte buena, claro) de Daft Punk (esta es la parte buena).
A veces la música queda excesivamente cargante y es más protagonista de la escena que los actores, pero en otras pega a la perfección y por lo general resulta un añadido perfecto a Tron Legacy, filme al que, por otro lado, no le pegaba otra música que no fuera esta.
Entre los actores, como en botica, hay de todo: Jeff Bridges hace honor a los años de trabajo y hace un papel, si no excepcional, sí muy bueno.
De hecho, parece que es el único que realmente comprende a su personaje y le saca de una bidimensionalidad tristemente plasmada en el soso libreto del filme.
Garrett Hedlund (Eragon, Troya) falla, y mucho, a la hora de interpretar a Sam Flynn, al que no es capaz de aportar matices más allá de una cara bonita.
Una muy decepcionante elección, la verdad.
Por su parte, Olivia Wilde (más conocida como Trece en House) hace un papel muy goloso de manera perfecta: Sabe actuar cuando es requerido y sabe hacer de mujer florero cuando no le queda más remedio.
El resto de actores están correctos sin tirar cohetes y fuegos de artificio algo que, como digo, importará bien poco a los espectadores potenciales del filme, que están comprados de antemano.
Tron Legacy no es una película de 2010 para veinteañeros: Es una película de 2010 para cuarentones que recuerdan nítidamente 1982.
Los efectos especiales no lucen los 200 millones que dice haber costado el filme, el guión deja mucho que desear y, en general, se queda una sensación de desidia y de “pudo haber sido mejor”.
En 3D, eso sí, que siempre luce mucho y queda bien bonito.
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