Es difícil saber qué pasa por las cabezas de los ejecutivos de los estudios animados de la Disney cuando aprueban proyectos como la nueva película Winnie the Pooh.
La obra creada por A.
A.
Milne hace más de ochenta y cinco años regresa a la gran pantalla con una película rodada en dos dimensiones, como si los resultados comerciales de Tiana y el sapo hace poco más de un año en ese mismo formato no hubiesen decepcionado enormemente a muchos de los que esperaban ansiosos el regreso de las 2D.
El nuevo Winnie llega a los cines europeos el 15 de abril, exactamente tres meses antes de su estreno americano.
En el sorprendente y presumiblemente barato regreso de la saga protagonizada por el bonachón oso naranja, Winnie y sus amigos deberán emprender una aventura salvaje para salvar a Christopher Robin.
Lo que empezó como un día cualquiera en el que el oso se limitaba a buscar miel para alimentarse acaba conviriténdose en algo que no olvidarán nunca.
Dirigida a cuatro manos por Stephen J.
Anderson y Don Hall apunta claramente hacia los más pequeños de la casa.
Lo cual no es un problema… a no ser que tengas más de nueve años.
En ese caso estamos, disculpad mi vocabulario, bien jodidos.
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