Junto con 127 Horas, The fighter es de esas películas que a priori podrían caer en el saco del telefilm de sobremesa si tras las riendas se sitúa un equipo poco arriesgado y más tradicional.
Ademas se da la circunstancia de que, a pesar de que el cine de boxeo tenga su público, este arquetipo no tiene que ser del gusto de la audiencia más amplia.
Incluso así, debo reconocer que la película de David O.
Russell merece toda la atención y los premios que desde los últimos meses viene acaparando.
Inspirada en hechos reales real, la historia de The Fighter nos cuenta el dificil ascenso del pujil Micky Ward quien antes de llegar a lo más alto debe poner en orden su vida haciendo frente a la pelea más dura.
Convertido en el único sustento para su familia y en una tabla de salvación para su hermanastro Dicky Eklund, Micky tendrá que poner a cada uno en su sitio y encontrar también un lugar para si mismo.
Ya desde el título se juega con la dualidad que ofrece la palabra.
No solo hay un solo luchador en el ring, si no que hay más de uno incluso fuera de el.
Los problemas de Dicky con las drogas, mostrados en pantalla como solo Christian Bale sabe, son uno de los muchos lastres que impiden que la carrera de su hermano boxeador despegue y sin embargo la relación de ambos es fundamental para lograr el tan ansiado éxito.
Igualmente ocurre con una familia posesiva y celosa de su única fuente de ingresos.
Siete hermanas que en realidad son siete arpías comandadas por una madre dominante y a la vez chantajista, consiguen llevar a pique el futuro del boxeador tanto en lo deportivo como en lo vital y cualquier incursión del exterior en ese cónclave, sera mal vista y rechazada de inmediato.
El gran acierto de la película está en el tono que se ha elegido para su narración.
En vez de optar por una línea más dramática se permitido que la historia se despliegue de la forma más natural, aprovechando cualquier ocasión para acentuar los momentos más divertidos de esta trágica premisa.
De esta manera se obtiene el retrato de un autentico campeón enfrentado a un gran número de adversidades con el que se puede disfrutar en vez de sufrir junto al héroe.
A pesar de que en el género pujilístico son las peleas los momentos más esperados, aquí la historia tiene tanta fuerza que si se hubieran eliminado los combates, el resultado habría sido el mismo y el conjunto sería mucho más valiente y en mi opinión mucho más redondo.
Esta es la única ocasión en la que la presencia de Mark Walhberg me ha parecido del todo acertado, ya que el personaje que interpreta no requiere a un actor que transmita demasiado.
Si a eso le sumamos el genial casting hecho a medida y una dirección inteligente tenemos, como ya es sabido, un producto magnífico y merecedor de todos los elogios de los que está siendo motivo.