Seamos justos: Tokio Blues es a los modernos lo mismo que El Código Da Vinci para el público general.
Y si Ron Howard ya nos regaló de la mano de Tom Hanks una sorprendentemente aburrida del libro de Dan Brown, no veo por qué no iba a llevar alguien la célebre novela de Haruki Murakami al cine.
Meses después de participar a concurso en la última edición del Festival de Venecia, la adaptación de Tokio Blues llegará a España el próximo 29 de abril.
Los más de catorce millones de libros vendidos en todo el mundo demuestran el interés despertado por una historia que ha enamorado tanto a público como crítica.
Lamentablemente para sus posibilidades cinematográficas, el lenguaje y estilo de Murakami son muy literarios, centrados principalmente en algo tan difícil de llevar al cine como la descripción de personajes.
Esa y su relativa frialdad fueron algunos de los puntos más criticados de una adaptación protagonizada por Ken’ichi Matsuyama y Rinko Kikuchi (cada vez más famosa gracias a películas como Mapa de los sonidos de Tokio, Los hermanos Bloom o Babel, por la que recibió una nominación al Oscar a la mejor actriz secundaria.
Tokio, 1967.
Él es un joven estudiante universitario, Watanabe: serio, tranquilo y bastante inseguro en sus relaciones personales.
Ella es un poco mayor que él y es tan hermosa como introvertida.
La pasión de su relación se verá profundamente marcada cuando Kizuki, amigo de ambos, pierda trágicamente la vida.
Naoko parece especialmente afectada, tanto que parece haber perdido también una parte de sí misma.
Al poco tiempo la muchacha deja los estudios y Watanabe conoce a otra chica muy opuesta: es despierta, extrovertida y está completamente segura de lo que siente y de lo que piensa.
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