James Franco y Anne Hathaway hicieron lo que pudieron, pero toda la crítica americana se ha puesto de acuerdo en destrozar la gala del pasado domingo.
No importa que la 83 edición de los premios de la Academia será recordada, entre otras cosas, por ser una de las más cortas de los últimos diez años con sus poco más de tres horas de duración: de poco sirve ser breve si lo que estás viendo es un coñazo.
Eliminar los clips de las diez películas nominadas en la categoría reina es un acierto para quitar paja, pero tampoco les habría pasado nada por dejar el montaje homenaje a Grease que ha filtrado la Academia hace unas horas.
No se sabe si fue porque no era particularmente divertido, se pasaba de hortera o Franco directamente cantaba mal.
Algo que, por cierto, se intuía en el particular y fallido – por la no nominación de Burlesque en la categoría de mejor canción – homenaje a Cher que él mismo filtró hace unos días en su Twitter).
Lo que sí está claro es que el número estaba grabado y listo para su emisión, pero acabó desapareciendo del montaje final en favor del acertado número de apertura con los presentadores insertados en las películas más importantes del año.
Si realmente tuvieron que elegir, tomaron el camino correcto.
En eso no se les puede criticar.
Es una auténtica pena que las promos de Hathaway y Franco previas a la gala hayan acabado siendo más divertidas que sus apariciones en la gala, pero eso es algo de lo que sólo se puede acusar a los guionistas y, sobre todo, a los productores de la gala (Bruce Cohen y Don Mischer), responsables final de lo que vemos en pantalla cada año.
Si alguien salvó los muebles fue una Hathaway que demostró que, con un mejor guión y en otro año, puede ser más que aprovechable como host.
El que lo tendrá más difícil será su compañero de tareas: no sólo estuvo de lo más infrautilizado, es que tampoco brilló en sus breves apariciones.
Una pena.
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