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15 mayo, 2020 3:45 pm

Crítica: Scream 4. Ghostface ha vuelto con un reboot bajo el brazo

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En 1998, en la época en que aún se alquilaban películas, yo era un adolescente loco por el cine de terror que, un domingo aburrido, quedó para alquilar y ver un filme que, por lo visto, había causado sensación entre los adolescentes: Scream, vigila quien llama.

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Ahora, 15 años después del estreno de la primera película, se estrena la cuarta entrega, que ya he podido ver y tras la que solo puedo decir una cosa: Es como si el tiempo se hubiera parado en aquel domingo de 1998.

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Mejor piropo, imposible.
Por supuesto, Scream 4 es una secuela actualizada a los nuevos tiempos: El terror cinematográfico ha cambiado, Twitter y Facebook están en la jerga de cualquier joven y ya no se es tan inocente como se era a mediados de los 90.
Y este es el primer gran acierto de Scream 4: Se trata de un filme adaptado a la actualidad, que no tiene problemas al hacer chistes que quizá dentro de diez años pierdan su sentido por anticuados.
Es el Scream de la nueva generación……Y a la vez es imposible entender Scream 4 sin haber visto la película original.
Y es que si esta primera parte era un homenaje a las películas de psychokillers, su secuela a las segundas partes y la tercera entrega a las sagas interminables, Scream 4 es un señor homenaje a los reboots y los remakes, para los que se enuncian nuevas reglas del juego, se hacen acertadísimas comparaciones y se buscan increíbles motivaciones.
Ya lo dice su slogan: Nueva década, nuevas reglas.
Los puristas de la saga pueden estar tranquilos: Esto es Scream, tal cual, pero con varios nuevos giros.
Desde su inicio, el más cómico de la saga pero no por ello el peor, cualquier espectador avispado puede darse cuenta de que Scream 4 habla continuamente sobre Scream 4, rueda sobre ella misma en un espectacular y vistosísimo ejercicio de metacine que nos devuelve al mejor Kevin Williamson, que demuestra por qué Ehren Kruger no debió haberse encargado jamás del guión de la tercera parte.
Un juego de dualidades, dobles sentidos, reboots, viejos recuerdos, alusiones cinematográficas e incluso un toque para la sorpresa y el humor es lo que conforma el plano maestro de lo nuevo de Wes Craven, que demuestra que no ha perdido ni pizca de su magia para ser El Rey del Terror.
Eso sí, Scream 4, aunque pueda parecerlo, no es perfecta.
Los dos grandes problemas de Scream 4 no son técnicos o interpretativos, que se podría perdonar, sino de guión y dirección: Un segundo acto que no termina de arrancar en ningún momento y que no ofrece ninguna muerte que pase de lo funcional.
Aunque la cosa empieza prometiendo con algunos elementos metidos en la trama, como el chico que se acompaña continuamente por una webcam, no se explotan dichos elementos quedando un mejunje divertido, con la esencia Scream, pero al que quizá le falte unas gotitas de sal.
El otro gran error de la película es su final.
No, ojo, no la revelación del asesino (o asesinos) y sus motivaciones, que es simplemente perfecta, quizá el más completo, enrevesado y sentido de toda la saga, repasando un plan maquiavélico rozando la perfección dentro de su psicopatía.
Tristemente, los siguientes cinco minutos quizá debieran haberse quedado en la sala de montaje por un buen montón de razones: Principalmente, porque impide frontalmente un argumento coherente para Scream 5, pero también porque da rabia que, en pleno 2011, Craven no se haya atrevido a llevar hasta el máximo su idea de romper con el original mediante la realización de un reboot.
Por suerte, el resto de la película cumple con creces: Los adolescentes tienen problemas de adolescentes (y, además, están locos por el cine de terror, como no podía ser de otra forma), los personajes principales han evolucionado (aunque siguen anclados en sus antiguos roles) y las referencias, los asesinatos y las (pequeñas pero sutiles) pistas se suceden a lo largo de la trama hasta un final que da rabia no poder desvelar para hablar largo y tendido sobre él.
Lo merece.
Hay quien dirá que Scream 4 es cinefilia de baratillo, sus asesinatos pertenecen al torture porn que tanto se critica en el estupendo prólogo y Ghostface no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, pero es mentira.
Scream 4 es una película tan consciente de sí misma y de su estatus como secuela tardía que lo explota al máximo, dando toda una exhibición de sapiencia cinematográfica, rozando en la autoparodia, mostrando más sangre que en los filmes anteriores (siguiendo las reglas del reboot) y sabiéndose una película mucho menos inocente que las originales.
De hecho es muy posible que dentro de una década nos quejemos de que este filme fue un hijo de su tiempo que ha envejecido fatal, pero ahora mismo es una opción muy disfrutable entre las que tenemos en cartelera.
Puede que no sea un diez o una película perfecta, pero ha sido un retorno fresco, agradable, simpático y repleto de carisma.
Una dignísima cuarta parte que quizá peque de un continuismo algo pesado pero que os dará buenos ratos a montones, revestidos de sangre y cuchilladas.
Eso sí, no está de más repetirlo una y otra vez: Para disfrutarla del todo es obligatorio haber visto, al menos, la primera parte… o no os enteraréis de absolutamente nada.
Es lo que tiene la ciencia del reboot.
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