He de reconocer que andaba con la mosca detrás de la oreja con el estreno de Luna, El Misterio de Calenda.
La nueva serie de Antena 3 saltó ayer a la parrilla televisiva con bastante éxito.
Un 19,2 % de audiencia ha situado a la serie de Globomedia en la pole position de la noche de los martes y ha confirmado que el público, una vez más, confía en una serie con misterio, chicos jóvenes y actores de renombre a la cabeza.
Pero no es oro todo lo que reluce, y la serie no acaba de convencerme.
Se decía antes de su estreno que se podía comparar con Crepúsculo, la saga cinematográfica con vampiros y hombres lobo, mucho amor entre adolescentes y misterios sobrenaturales por medio.
Después de haberla visto, se confirma lo que esperábamos, y vemos que se lleva lo peor de esa serie de películas y libros y se deja las cosas buenas.
Para comenzar, el trabajo de Belén Rueda y Leonardo Sbaraglia se pierde en un argumento sin sentido, que cae en lo lioso y tramposo nada más comenzar.
El papel de los actores jóvenes, auténticos motores de la acción, se vuelve insoportable a los pocos minutos de hacer su aparición.
Hay una escasa diferencia entre estos y los protagonistas de El Barco, El Internado o cualquier otra serie con jovencitos pasados de vueltas que vemos en la televisión.
No son creíbles.
Para comenzar, Leire (Lucía Guerrero) resulta un personaje irritable, sin motivación y que se limita a ir por el pueblo de chico en chico, hasta que encuentra a su amor definitivo en la figura de un chico malote, que ya se ve a la legua que no solo es el rarito, sino que además es el que tiene todos los números para ser el licántropo de turno.
O no, vete a saber.
Por otro lado, el amigo cojo de Leire tiene un grave accidente que le priva de las muletas y le convierte en parapléjico, dependiendo de una silla de ruedas.
Si unimos el tema de hombres lobo con un chico en silla de ruedas, nos salta de repente El Ciclo del Hombre Lobo de Stephen King.
No es mala referencia, no, pero el problema está en que las copias, si son malas, empañan el original.
Los misterios que rodean la desaparición del Capitán Costa ya comienza sin tener ningún sentido, y parece hecho a conciencia para dar un dramatismo que no consigue arrancar en ningún momento.
Esto provoca que cuando se encuentra su cadáver en lo más profundo de un pozo, nadie sienta nada.
No ha conseguido entrar en el ánimo del espectador, al que le da igual que esté muerto, desaparecido, o como dice un guardia civil, en el sofá de un burdel.
No quiero dejar pasar la trama entre Nacho (Fran Perea) y Vera (Macarena García).
Un romance que sale porque sí, sin ningún tipo justificación y carente de emoción.
Lo único que tiene de interés el personaje es su fantástica visión de lo que le rodea, que podría tener mucho juego en una trama de misterio y terror como el que, pretendidamente, plantea la serie, pero que se desdibuja en un romance forzado y sin interés.
Y el eterno problema de las series españolas.
Su larga duración, que provoca que situaciones que serían interesantes si las ajustaran a un tiempo lógico se convierten en insoportables por llegar a la casi hora y media de duración, donde pasa muy poco y se dan vueltas y vueltas sobre temas sin sentido ni interés.
Quizás no es que sea una mala serie.
Quizás se trate de que, simplemente, no es una serie para mí.
Probablemente, tendrá mucho éxito y Antena 3 conseguirá batir records de audiencia, pero también lo hace con El Barco, y yo, simplemente, no consigo entenderlo.
Te dejo un avance del segundo episodio, por si quieres continuar con la serie.
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