Después de un parón de dos semanas, Fringe ha vuelto con un capítulo dedicado a otra investigación sobrenatural.
Pero en este caso sin ningún elemento sobre el viaje a la otra dimensión de Olivia o la trama más profunda de la serie.
Unicamente se trata de un caso de lo más extraño que Broyles ha investigado cuatro años antes y que vuelve a aparecer.
De manera algo misteriosa, algo o alguien transforma a sus víctimas en cenizas.
Una idea original que van a tener que investigar Olivia y sus amigos.
Y gracias a la información que Broyles obtuvo en el pasado, el FBi se va a dar cuenta que todo está relacionado con un misterioso ciudadano ruso que se ha llevado a su hermano de un centro espacial en el que estaba.
Se encontraba ahí, en estado de coma, fruto de un viaje en el espacio.
Y, al parecer, según las deducciones de Walter, la causa es que el astronauta ha traído un ente desconocido del espacio que se proyecta en una especie de sombre, alimentándose de la radioactividad de las personas, y convirtiéndolas en ceniza.
Pero, gracias a sus contactos, Broyles se entera de que le van a quitar el caso y dárselo a la CIA.
Una noticia que no le gusta por lo que decide seguir con la investigación pese a todo y, al final, consigue contactar con el hermano del astronauta para ver si Walter es capaz de quitarle el ente de dentro.
Pero ya es demasiado tarde y, al llegar al lugar en el que se esconden, los agentes se dan cuenta de que el hermano se ha transformado en ceniza y el ente ha salido del cuerpo del astronauta en forma de fantasma.
Como los cuerpos están, de alguna manera, conectados, Broyles decide pegarle un tiro al astronauta y acabar con el asunto.
Y es que el caso es especialmente importante para él ya que, cuatro años atrás, su obsesión por resolverlo acabó con su matrimonio.
Al final, la CIA se ocupa del cuerpo y todo parece indicar que lo vuelven a enviar al espacio.
Un episodio algo flojo que esperemos que solo sea un error puntual y la semana que viene vuelva una trama más interesante.
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