En el capítulo que emitió ayer La Sexta de Bones la víctima es una persona partida en dos tanto en la vida como en la muerte.
El episodio titulado El Hombre Que Era Mujer comienza cuando aparece en una playa el esqueleto de una persona partido en dos.
Al analizar los restos en el laboratorio descubrirán que el cuerpo era de una transexual.
Patrick Ludmuller era un pastor eclesiástico que desapareció hace 6 años y al que se le dio por muerto en Tailandia donde en realidad se sometió a una operación de cambio de sexo.
A raíz de la investigación, su mujer e hijo descubrirán que no murió entonces, o por lo menos no lo hizo físicamente hablando, sino que se transformó en mujer y encontró la redención que buscaba.
Patrick y Patricia, dos vidas en una.
La víctima y las circunstancias de este episodio de la cuarta temporada de Bones sirven a los guionistas para plantear a la audiencia un debate moral o, más bien, para poner sobre la mesa de qué manera puede ser tratado alguien por ser diferente y como al final tales diferencias son sólo superficiales.
Todo este mensaje está pasado por el sedal de la religión, ya que tanto la víctima como su hijo eran pastores eclesiásticos.
La doctora Brennan ya estará allí para aportar el punto de vista científico al asunto.
A través de los bocetos de Ángela consiguen dar con la identidad del esqueleto que tienen en el Jeffersonian.
Y, para sorpresa de todos, descubren que el cuerpo pertenece a un reconocido predicador del cual visionan algún sermón que emitía a través de la televisión.
El fundamentalismo de las palabras del pastor eclesiástico hace comprender la necesidad de Patrick Ludmuller de desaparecer y reinventarse si realmente se sentía que había nacido con el cuerpo equivocado.
Es ampliamente conocido que la transexualidad, al igual que la homosexualidad, no está ni mucho menos bien vista dentro de la religión Cristiana.
Como en la mayoría de religiones monoteístas, los creyentes creen que su cuerpo, creado a imagen y semejanza de Dios, no les pertenece y, por tanto, no son bien vistas sus alteraciones.
Sin duda la vocación religiosa de la víctima es una de las cuestiones que más desconciertan a los investigadores a la hora de profundizar en la vida de Patricia Ludmuller y es por ello que piensan que el asesino debe ser alguien que se haya sentido ofendido con este cambio de rumbo en la vida de la víctima.
Más adelante descubren que el predicador tenía mujer e hijo y que éste se había dedicado a predicar justo después que su padre desapareciese.
El foco de atención entonces se centra en el vástago, ya que la madre explica que después de una temporada difundiendo la palabra de Dios entre los fieles de su padre había tenido una crisis de fe y había abandonado el camino.
Booth y Brennan ven imágenes del telepredicador hablando precisamente de la homosexualidad y la transexualidad y de cómo de pecaminosas son bajo los ojos del Señor.
Los investigadores buscan al hijo de la víctima, un posible sospechoso, y se encuentran a una persona que también ha decidido hacer un cambio en su vida.
La persona que se encuentran nada tiene que ver con el telepredicador que iba soltando sermones fundamentalistas a través de la televisión.
Ahora se ha centrado en ayudar a la gente que realmente lo necesita, desde centros de desintoxicación hasta hospitales.
Al final se demuestra que padre e hijo no eran tan diferentes, que los dos tomaron el mismo camino pero de diferente manera.
Incluso siente pena de no haber podido conocer a su padre después de la operación de cambio de sexo.
El caso queda resuelto cuando descubren que quien asesino a Patricia Ludmuller fue una esposa celosa de uno de los nuevos feligreses de la predicadora.
Y es que en esta nueva vida Patricia también se dedicaba a mantener una comunidad religiosa para ayudar a los demás.
El hijo de la víctima tomará el relevo de su padre en esa comunidad y lo interpretará como un ciclo que se cierra, como una demostración que realmente no somos tan diferentes los unos de los otros.
Al final Booth llevará a la doctora Brennan a escuchar un sermón del hijo de Patricia Ludmuller para intentar traspasarle un poco de su espiritualidad y sus creencias.
Ya sabemos que la pareja es como el ying y el yang, mientras el personaje de David Boreanaz tiene fuertes convicciones católicas el de Emily Deschannel, como buena científica, no siente la necesidad de encontrar explicaciones extrasensoriales o espirituales a la vida.
Al fin y al cabo uno complementa al otro.
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