La serie de moda en todo el mundo es, sin duda, The Walking Dead.
Las noticias que adelantaban que pronto se iba a adaptar este cómic a la pequeña pantalla hicieron que muchos nos pusiéramos a elucubrar cómo la trasladaría la cadena AMC y si iba a ser tan impactante como su contrapartida en papel.
Los actores parecían adecuados, y Andrew Lincoln parecía ser el actor perfecto para interpretar a Rick Grames y la presencia de Frank Darabont auguraba una buena señal para los que disfrutamos con el género.
Pero los ánimos se desinflaron con el cuarto episodio, donde comenzó una carrera cuesta abajo que desmontó el cuidadoso trabajo que el equipo de producción llevaba realizando desde el principio.
El argumento comenzó a volverse cada vez más aburrido y los episodios pasaban sin que sucediera nada.
Esa misma sensación nos ha acompañado a lo largo de la segunda temporada.
Comenzó con un episodio muy fuerte, muy potente, pero ahí terminó todo.
Episodio tras episodio, éramos testigos de la búsqueda de una niña perdida, sin que se avanzase nada.
Lo que antes era emoción se convertía en monotonía, y de esos primeros siete episodios, solo se pueden salvar dos momentos: la incursión en el hospital y el impactante final del episodio que daba paso al corte navideño.
La vuelta de la serie, con su episodio número 8, Nebraska, debía de volver a mover el asunto, ser algo que nos pusiera otra vez en marcha y nos regalara esos momentos que hicieron que los tres primeros episodios de la serie fueran una gozada.
Pero no ha sido así.
El episodio arranca un segundo después de lo sucedido en el anterior, hace dos meses.
Acaban de matar (o, más bien, rematar) a los zombis del granero de Hershell, y se produce un enfrentamiento verbal entre ambos grupos.
Luego el granjero desaparece, y Rick sale en su busca, junto a Glen (Steve Yeun).
Lo encuentran en un bar y comienza la reconciliación entre los dos líderes.
Mientras, y aquí viene el pretendido momento de tensión del episodio, Lori (Sarah Wayne Collins) tiene un accidente de coche cuando va a buscar a Rick.
Da un par de vueltas de campana y se queda inconsciente en el coche.
Una trampa argumental, que resuelven con poco ruido, escasa emotividad y que queda falta de interés, más allá de pensar que la chica está tonta al hacer lo que hace.
Es previsible lo que ocurrirá después.
Shane la encontrará en el siguiente episodio y recriminará a Rick lo ocurrido, y volverá a surgir la rivalidad entre ellos.
Pero eso será, previsiblemente, en el próximo episodio.
En este, Rick, Hershell y Glenn se encuentra con dos supervivientes que intentan convencerles de que les lleven a la granja.
No se fían de ellos, y Rick toma una decisión que tendrá consecuencias en el próximo episodio, y supongo que en los siguientes.
Su reacción es fría, poco creíble y rompe con toda la evolución lógica del personaje.
Sabemos que Rick se convierte, como haríamos cualquier hijo de vecino, en un ser sin demasiados escrúpulos a la hora de proteger a su familia, pero quizás es demasiado pronto todavía para que actúe así.
El mismo desarrollo de esta escena es tramposo y no crea la suficiente tensión.
Si algo lamentaremos a lo largo de la emisión de la serie va a ser la falta de Frank Darabont, despedido por la cadena al principio del rodaje de la temporada y su manera de conseguir que cada acción sea algo grande y perturbador.
Por lo menos, Nebraska ha dejado a los personajes en situaciones que requieren acción y eso podría dar un empujón a la serie para salir del oscuro y aburrido túnel en el que se ha sumergido.
Cruzo los dedos con fuerza y espero que sea así, porque aunque mantendrá el nivel de espectadores durante unos episodios, acabará cansando.
Puedes ver la promo del próximo episodio, que se titula Triggerfinger, y que se emitirá en AMC y Fox la próxima semana, además de una escena que nos pondrá en situación.
A España los episodios llegan un día después de su emisión en Estados Unidos, un esfuerzo digno de alabar y que debería repetirse con otras series.
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