Ya tenemos otra vez a Amy Whinehouse ingresada en una clínica de Rehabilitación.
Y lo peor es que a nadie le extraña, porque Amy entra y sale de esas clínicas como de su propia casa.
Sí, lo necesita, lo necesita siempre, está un tiempo, se pone a punto, sale y va cayendo otra vez hasta que tiene que volver a entrar.
Como un bucle perenne en su vida.
Esta vez la decisión de irse a rehabilitarse ha sido de ella, pero también su padre, que siempre se está preocupando por su hijita, fue un factor determinante.
Dicen que se sentó a tener una conversación con ella y le comentó que la veía mal, que estaba volviendo a su rutina de siempre, lo que es malo.
Muy malo.
Así que Amy decició pensarselo, hacer caso a tu padre, e ingresarse un tiempecito.
Y es que se acerca su gira de verano, y tiene que estar perfecta para poder soportar tanta presión y exigencia, que luego se sube al escenario delante de un montón de gente y no puede hacerlo de cualquier manera.
A mí esta chica me da un poco de penilla, porque no para, no es capaz de dejar las drogas, que le sientan fatal.
Sí, lo sé, a todo el mundo le sientan mal, pero es que a ella casi que se le nota más, no sé por qué.
Aun recuerdo que un verano de estos un médico le dijo que si seguía así no iba a durar mucho tiempo con la salud necesaria para cantar… sería una gran pérdida, así que ¡Amy! ponte las pilas chiquilla.
Y sí, me gusta como canta.
Esa voz es casi inigualable.
Miradla en una de sus últimas actuaciones este año, en 100 Club londinense donde olvidó hasta la letra.
Decían que iba un poco perjudicada, así que sí, definitivamente necesita ingresarse.
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