Hacía mucho tiempo que no se le daba la oportunidad de volver a Sarah Michelle Gellar al frente de una serie.
Con Buffy Cazavampiros, la rubia actriz se ganó un rinconcito en nuestro corazón y no nos bastó verla en las adaptaciones al cine de Scooby Doo.
Por fin, podemos verla de vuelta a la televisión en la cadena CW, con la serie The Ringer.
Y no parece que ese regreso haya sido muy acertado, precisamente.
La serie ha tenido no hace mucho la oportunidad de ver como aprobaban la producción de todos los episodios con los que va a contar esta primera temporada, pero eso no asegura su renovación de cara a una segunda.
Falta todavía mucho recorrido para saber si la cadena confiará en ella para el año que viene.
Y los que hemos seguido lo visto hasta ahora, tenemos serias dudas de que lo haga.
¿El motivo? Pues que la trama principal de la serie, que sí que da para una buena miniserie, se estira como el chicle en una temporada de 22 episodios, en los que se plantea un único problema que se termina resolviendo en cada episodio.
De esa manera, aunque existen subtramas que van fluyendo de un episodio a otro, la general queda como desdibujada ante los secretos de cada uno de los protagonistas que vamos descubriendo.
El resultado es, logicamente, la pérdida de interés por todos ellos.
El piloto de la serie no parecía malo.
Quizás un tanto lento, con una trama bastante difícil de creer y planteando serias dudas sobre lo que íbamos a ver.
Es muy conocido lo de las gemelas/gemelos que se hacen pasar por la otra/otro para liar a sus novietes, pero una relación más serie es difícil de suplantar.
Ahí ya nos sacan fuera del argumento.
Seguimos con una Sarah que parece desangelada, fría y distante y que no llega a conectar con los espectadores.
Le falta garra y personalidad para llevar adelante la serie.
No parece ser cosa de ella, sino de la misma producción, que la frena innecesariamente.
Otro punto a considerar.
Sorprendentemente, los secundarios sí dan la talla.
Al menos, al principio.
Tanto Ion Gruffudd como Nestor Carbonell, marido y agente del FBI están correctos en sus papeles, sin echar cohetes, y Tara Summers, a quien recordamos de Boston Legal cumple como la atormentada pero positiva amiga de Siobahn.
Mención aparte para Jaime Murray, en el papel de secundaria enigmática que vimos en Dexter o en Warehouse 13, que permanece fuera de todo, pero omnipresente.
Pero eso no es todo lo que necesita una serie para mantenerse, aún y cuando en The CW no manejen precisamente audiencias muy elevadas.
Una historia que parte de un equívoco, que tiene más historias detrás de lo que se puede manejar en una serie larga, no puede permitirse bajar el ritmo.
Ni tampoco, ofrecer una trama que pierde interés a medida que se incluyen más secretos, misterios tras misterios y unos guionistas que parecen improvisar sobre la marcha.
Y eso que la serie no es realmente mala.
Todavía.
Me da en la nariz que podemos ver cosas peores a medida que avance y que acabarán con la poca paciencia que nos queda a los que aún estamos dándole una oportunidad.