¿Qué sabéis sobre las series españolas? Sí, efectivamente, la mayoría o tienen un humor caótico y triste, basado en la acumulación, o intentan meter un drama con intriga de fondo que no se sostiene por ningún lado.
Además, la gran mayoría tienen una factura técnica que hace sonrojarse a muchos directores amateur.
Y eso por no hablar de unas actuaciones pésimas y practicamente leídas.
Muy bien.
Ahora quiero que olvidéis todo eso y os dejéis llevar.
Esto no es una serie española más: Esto es Crematorio.
Y es que, si no fuera porque en Crematorio hablan en castellano y la trama sucede en la costa mediterránea, cualquiera podría pensar que este es el nuevo gran éxito de la HBO.
No os llevéis las manos a la cabeza, no os enfadéis, no penséis que estoy loco: No exagero en absoluto.
Crematorio no es una serie española como El Internado o Motivos Personales, que, sin quitarles méritos (eran historias más o menos bien realizadas) no destacaban tanto como lo pueden hacer Los Soprano o Perdidos.
No: Crematorio es algo tan novedoso en la televisión española que me atrevo a decir que, de emitirse en una cadena en abierto, fracasaría por completo.
Es demasiada calidad, un nuevo ritmo al que acostumbrarse (lento pero seguro, pausado, fijándose en cada detalle, que no duda en mostrar un plano en silencio de un minuto si eso ayuda a entender mejor al personaje principal), una rara avis en esta televisión española nuestra en que las cadenas marcan las necesidades creativas más que los propios creadores en sí.
Reconozco que el argumento, sobre el papel, no me llamaba demasiado, pero los guionistas saben llevar las tramas hasta el máximo de su capacidad.
¿Pero de qué va Crematorio? La serie nos cuenta la actualidad de Rubén Bertomeu, un constructor inmobiliario de la costa mediterránea, con tanto dinero como enemigos, y tantos amigos como pueda pagar el dinero.
Crematorio seguirá sus tejemanejes corruptos, sus pensados movimientos y sus preocupaciones, entre las que se encuentran una familia que le desaprueba, una novia varios años menor que él y unos aliados que pueden resultar traidores.
Todo ello contado como debe ser contado en una historia de esta crudeza: Con violencia.
Con sexo.
Con balas y con sangre.
Sin apenas concesiones al sentimentalismo y con flashbacks que, aunque al principio pequen de innecesarios, terminan aportando datos realmente imprescindibles sobre la trama.
Pero, sobre todo, Crematorio hace algo que en Estados Unidos han comprendido bien y en España parece que estamos empezando a entender: Tratar al espectador como un ser inteligente capaz de sacar sus propias conclusiones.
Como si de un Tony Soprano mediterráneo se tratara, Rubén Bertomeu no es mala persona.
Tampoco es buena persona, y en ningún momento la ficción nos dice claramente cómo debemos verle: Eso depende de las convicciones morales de cada cual.
Bertomeu no es, como los chavales de El Internado, un ser puro que busca el bien, pero tampoco es, cual villano de opereta, un manipulador malvado.
Es una mezcla, como todos los seres humanos, y, ya de paso, el personaje mejor construido de la historia de la ficción española.
De nuevo, no es una exageración.
Crematorio es una de las primeras demostraciones de lo que puede ocurrir cuando un grupo de guionistas talentosos se juntan sin que una televisión o productora imbécil les marque el camino a seguir en contra de su voluntad.
Esto es lo que pasa cuando los talentos se unen y se deja libertad a la imaginación.
Todas las tramas tienen un sentido, todos los personajes se definen perfectamente, y, aunque trata de temas mucho más complicados que los de El Barco (por ejemplo), se comprende sin artificio alguno.
A ello contribuye que no solo los guionistas son de una extrema calidad, sino que Jorge Sánchez-Cabezudo (el director de La Noche de los Girasoles) dirige la serie con un estilo personal, a lo que ayuda la mejor fotografía jamás vista en una serie española y un formato cinematográfico al que se le saca todo el partido posible.
Nada falla en Crematorio.
Es un engranaje absolutamente perfecto en el que todas las piezas encajan a la perfección.
Desde la música inicial, un tema de Loquillo que ya nos anuncia que “siempre es cuestión de tiempo llegar al precipicio, yo bajando a los infiernos y tú cruzando el paraíso” y que pega tan bien que parece escrito para la serie, hasta la más milimétrica de la planificación de planos, Crematorio es una máquina de calidad extrema funcionando a pleno rendimiento.
También, ojo, se nota que es una serie cara.
Pero cada euro puesto en ella, luce como si fueran dos.
Dejo para el final a los actores, y no es casualidad.
José Sancho hace el papel de su vida, a estas alturas de su carrera, un Rubén Bertomeu que parece que nació para interpretar y que no podría tener otro rostro mejor.
Por su parte, ningún secundario chirría, y desde Alicia Borrachero hasta Juana Acosta, tenemos todo un recital de buenas actuaciones que demuestra que en este país hay muchísima calidad en cuanto hay buenos proyectos entre manos.
¿Sabéis que es lo mejor? Que en el pase especial que pudimos ver algunos afortunados solo se emitieron tres episodios, y aún quedan otros seis por disfrutar en su emisión televisiva.
Crematorio se estrena en Marzo en Canal + y estoy seguro de que marcará un antes y un después en la ficción española, aunque sea en los corazones de los que la veamos.
Y una vez más: No, no estoy exagerando.
Crematorio es, sin duda, el acontecimiento televisivo español de este 2011.