La herencia y la acumulación de capital marcan la brecha entre ricos y pobres.

Temas cubiertos
La herencia como factor determinante
En la actualidad, la desigualdad económica se ha convertido en un tema candente en el debate social y político. Un aspecto crucial que ha cobrado relevancia es el papel de la herencia en la acumulación de riqueza.
Según un reciente artículo de The Economist, la herencia se ha vuelto casi tan importante como el trabajo en la creación de riqueza. Esto implica que aquellos que provienen de familias con un patrimonio significativo tienen una ventaja considerable sobre aquellos que no.
Esta situación no solo perpetúa la desigualdad, sino que también la amplifica, creando una brecha aún más amplia entre diferentes estratos sociales.
La acumulación de capital y su impacto en la desigualdad
La acumulación de capital es un fenómeno que se intensifica con la edad. A medida que las personas envejecen, tienen más oportunidades de ahorrar y acumular riqueza. Sin embargo, esta acumulación no se distribuye equitativamente. La crisis financiera y la revalorización de activos físicos han beneficiado a aquellos que ya poseen patrimonio, en su mayoría pensionistas. Esto ha llevado a que la desigualdad de riqueza sea mucho más pronunciada que la desigualdad de ingresos, que es más fácil de medir. La globalización y las políticas fiscales que favorecen las rentas de capital sobre las del trabajo han contribuido a esta tendencia, haciendo que la acumulación de riqueza se concentre en manos de unos pocos.
Otro factor que agrava la desigualdad es el acceso a la educación. Las redes sociales juegan un papel fundamental en la obtención de oportunidades laborales. Aquellos que provienen de entornos privilegiados tienen más probabilidades de acceder a una educación de calidad y, por ende, a empleos bien remunerados. Esto crea un ciclo vicioso donde la riqueza se perpetúa a través de generaciones. Además, las rentas de capital, que suelen ser más altas que las rentas del trabajo, permiten a los individuos vivir de sus inversiones, lo que les otorga más tiempo y recursos para gestionar su patrimonio. Esta dinámica no solo perpetúa la desigualdad, sino que también amenaza la cohesión social, ya que cada vez más personas se sienten excluidas del acceso a oportunidades económicas.