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La dura realidad de los pescadores de arrastre en el Mediterráneo español

Los pescadores enfrentan una creciente presión administrativa y económica en su labor diaria.

Pescadores de arrastre trabajando en el Mediterráneo español
La dura realidad de los pescadores de arrastre en el Mediterráneo español.

La vida diaria de un pescador de arrastre

La jornada de un pescador de arrastre en el Mediterráneo español comienza antes del amanecer. A las cinco y media de la mañana, Marcos Curto, patrón de la embarcación Pepita Comí, inicia su día encendiendo el ordenador portátil para solicitar un número de marea, un requisito indispensable para salir a faenar.

Este primer contacto con la administración es solo el comienzo de una larga lista de obligaciones burocráticas que marcarán su jornada laboral.

Antes de regresar a puerto, Marcos debe informar sobre el tiempo que ha navegado, las horas que la red ha estado en el agua y las coordenadas exactas de su actividad.

Además, está obligado a estimar el peso de las capturas con un margen de error que no supere el 10%. Esta presión administrativa se convierte en una carga que acompaña a los pescadores durante toda su jornada, que puede superar las sesenta horas semanales.

La burocracia y sus consecuencias

Una vez subastada la captura del día, Marcos debe copiar la hoja de venta que detalla todas las especies capturadas y su peso exacto. Si esta información no coincide con la estimación previa, se enfrenta a sanciones económicas. Este ciclo de burocracia se ha intensificado en los últimos años, dejando a los pescadores en una situación cada vez más precaria.

La presión de la Comisión Europea, que ha propuesto limitar la pesca a solo 27 días al año, ha generado un ambiente de resignación y frustración entre los pescadores. En un grupo de WhatsApp que reúne a patrones de diversas regiones, se percibe un clima de desánimo, donde muchos sienten que están luchando una batalla perdida contra regulaciones que parecen ignorar su esfuerzo y dedicación.

La nueva generación de pescadores

Marcos Curto pertenece a la cuarta generación de pescadores, y su hijo Guillem representa la quinta. Sin embargo, esta continuidad familiar es cada vez más rara en un sector donde las vocaciones se están desvaneciendo. La tripulación de la Pepita Comí es un reflejo de esta realidad: con solo tres o cuatro miembros, incluyendo al patrón, la flota se ha reducido drásticamente en número y en capacidad.

La diversidad cultural también está presente en el mar, con pescadores de diferentes orígenes, como Salifú, de Senegal, que se han convertido en parte integral de la tripulación. A pesar de los desafíos, Marcos y su equipo continúan comprometidos con su oficio, realizando esfuerzos significativos para cumplir con las regulaciones y proteger el medio ambiente marino.

El futuro incierto de la pesca de arrastre

A medida que la jornada avanza, los pescadores enfrentan no solo la incertidumbre de las capturas, sino también la presión de las condiciones climáticas y las regulaciones cambiantes. La pesca de arrastre se ha convertido en un trabajo arduo y poco romántico, donde el esfuerzo diario se traduce en una lucha constante por la supervivencia económica.

Marcos expresa su frustración: “¿Cómo puede ser que nos lo pongan tan difícil las administraciones y los políticos? ¿Quieren acabar con nosotros?”. Estas preguntas reflejan el sentimiento de muchos en el sector, que ven su futuro amenazado por decisiones que parecen desconectadas de la realidad del mar y de quienes dependen de él para vivir.

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