La reciente dimisión de Carlos Tavares como consejero delegado de Stellantis ha sacudido el mundo automotriz. Las acciones de la multinacional, que agrupa marcas como Citroën, Fiat y Peugeot, han caído un 8% tras el anuncio, reflejando la preocupación de los inversores.
Este descenso se suma a las pérdidas acumuladas en Europa, que alcanzan un alarmante 46% en lo que va del año, situando el precio de la acción en aproximadamente 11 euros.
La decisión del consejo de administración, presidido por John Elkann, de aceptar la renuncia de Tavares no fue inesperada.
Desde octubre, ya se había iniciado la búsqueda de un sucesor, dado que su contrato vencía en 2026. La presión sobre Tavares había aumentado debido al bajo rendimiento de Stellantis en mercados clave como Estados Unidos y Europa. A pesar de la incorporación de una nueva empresa conjunta con LeapMotor, la compañía enfrenta una crisis por la baja demanda de vehículos eléctricos y la presión para cumplir con los objetivos de emisiones de CO2.
Con la salida de Tavares, Stellantis se encuentra en un momento crítico. La empresa ha iniciado el proceso para nombrar a un nuevo director general, que se espera esté en su puesto para el primer semestre de 2025. Mientras tanto, un comité ejecutivo interino liderado por Elkann asumirá el control. La incertidumbre sobre el futuro de la compañía es palpable, y los analistas se preguntan cómo afectará esta transición a la estrategia y dirección de Stellantis en un mercado automotriz cada vez más competitivo.
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