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La industria automotriz en España se encuentra en una encrucijada, con proyecciones que indican un cierre del año 2024 por debajo de los niveles prepandemia. A pesar de un 2023 que prometía una recuperación, los datos actuales muestran una caída en la matriculación de turismos del 14% en comparación con el periodo 2009-2014.
La producción también ha disminuido un 12%, y el empleo en el sector ha caído un 2,2%. Estos indicadores reflejan un enfriamiento del sector, que se ha visto afectado por la competencia internacional y la debilidad del mercado europeo.
La demanda de vehículos en España se enfrenta a múltiples obstáculos. La incertidumbre económica, junto con la falta de claridad en las políticas de inversión, ha llevado a los consumidores a posponer sus decisiones de compra. Además, el impacto de la guerra y la ruptura de la cadena de suministros han complicado aún más la situación. A pesar de que se espera un repunte en el consumo para 2025, impulsado por subidas salariales y un mejor acceso a financiación, la transición hacia vehículos eléctricos sigue siendo un desafío. La falta de infraestructura de carga y el aumento de precios de los vehículos eléctricos limitan su adopción.
La industria automotriz española ha visto una disminución en su cuota de producción global, pasando del 2,9% al 2,6%. A pesar de esto, la facturación de las empresas del motor ha aumentado un 21,6% en comparación con la media de 2014-2019, gracias a la venta de vehículos de mayor costo. Sin embargo, la competencia internacional, especialmente de países como China, que avanza rápidamente en el sector de vehículos eléctricos, representa una amenaza significativa. Las políticas públicas y privadas, así como la regulación, son factores cruciales que determinarán la competitividad de la industria en el futuro.
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