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La deuda pública de Estados Unidos ha alcanzado niveles alarmantes, superando los 34 billones de dólares, lo que representa el 124% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Este aumento constante, que se sitúa en aproximadamente dos puntos porcentuales anuales, ha llevado a expertos económicos a advertir sobre las consecuencias que esta situación podría tener no solo para EE.UU., sino para el resto del mundo.
En un contexto donde se discuten recortes de impuestos y aumentos de gasto que podrían sumar hasta siete billones de dólares, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha hecho un llamado urgente a la acción.
Según el FMI, se prevé que la deuda pública estadounidense podría alcanzar el 130% del PIB para el año 2029.
Este incremento no solo es preocupante en términos de sostenibilidad fiscal, sino que también representa más del 10% de la deuda pública global, que ya asciende a 100 billones de dólares. La situación se agrava si se considera la deuda privada, que eleva la deuda total del planeta a más de 230 billones de dólares, lo que equivale al 230% del PIB mundial. Esta tendencia al alza en la deuda pública mundial, impulsada en gran medida por el mega rescate económico durante la pandemia, plantea serios desafíos para la estabilidad económica global.
La deuda estadounidense no solo afecta a la economía local, sino que tiene repercusiones significativas en los mercados financieros globales. La capacidad de EE.UU. para financiarse sin dificultades, gracias a la fortaleza del dólar como divisa de reserva, contrasta con la situación de muchos países en desarrollo que enfrentan desafíos para gestionar su propia deuda. Si los tipos de interés no regresan a niveles bajos, como el 0% o 1%, los inversores podrían optar por permanecer en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense en lugar de invertir en economías emergentes. Esto podría limitar el acceso a financiamiento para países como Tanzania, que dependen de la inversión extranjera para su crecimiento económico.
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