El consumo familiar en Catalunya se encuentra estancado a niveles del siglo XX, y actualmente, en términos ajustados por inflación, es inferior al que se registraba a principios del nuevo milenio. Esto indica que, a pesar del crecimiento económico en las últimas décadas, los ciudadanos enfrentan una situación de mayor precariedad.
La capacidad de compra ha disminuido. Para evaluar esta tendencia, se analiza el gasto medio por persona desde el año 2000, ajustado para eliminar el efecto de la inflación. De esta manera, se supone que la inflación es nula. Según estos cálculos, el año anterior, el promedio de gasto de los catalanes se redujo en un 12%.
Estas estadísticas provienen de Idescat, y su cálculo ha sido realizado por el servicio de estudios de la Cambra de Comerç de Barcelona bajo la dirección de Joan Ramon Rovira. El concepto de consumo abarca todos los bienes y servicios adquiridos por los ciudadanos, incluyendo alimentos, vivienda (como el alquiler), ropa y entretenimiento, pero excluye la compra de propiedades, que se considera una inversión. Tras dos décadas, los ciudadanos han reducido en promedio su consumo (siempre ajustado a precios constantes) debido a un descenso en su capacidad de gasto. Esta situación se evidencia al examinar su renta disponible, que comprende los ingresos (por ejemplo, salarios y pensiones) menos la carga impositiva (como el IRPF o las contribuciones a la Seguridad Social). Durante el periodo analizado, la renta disponible ha disminuido: en 2002, el promedio era de 19.270 euros por persona, mientras que en 2021 se había reducido en casi 1.000 euros, siempre considerando datos inflacionarios. Los datos sugieren que, en promedio, la población ha visto un empeoramiento en su situación económica, ya que tiene menos dinero para gastar y, efectivamente, consume menos. En comparación con hace 20 años, los catalanes han disminuido su consumo en un 12% una vez descontada la inflación.
Es curioso observar que, a pesar del crecimiento económico, la población experimenta un notable empobrecimiento. Para entender esta situación, se recurre al producto interior bruto (PIB), que refleja la producción de un área en un año, en este caso Catalunya. Desde el año 2000 hasta el primer trimestre de 2024, el PIB se incrementó en un 44,5%. Sin embargo, el gasto total de los hogares solo creció un 22,3% en ese mismo lapso. Como se puede observar en el gráfico, ambos indicadores mostraban un comportamiento similar hasta el 2008. A partir de esa fecha, marcada por la crisis financiera y del sector inmobiliario, se produjo un desajuste notable, ya que el consumo cayó fuertemente, y la economía aún no ha logrado recuperarse 16 años después. Joan Ramon Rovira comenta: “En condiciones normales, el consumo debería seguir el rumbo del PIB”. Y añade que la producción está destinada al consumo; si el gasto per cápita disminuye, es indicativo de un mal funcionamiento en la economía. Este fenómeno que afecta a Catalunya también se puede aplicar a España, según Rovira, debido a que ambos comparten un modelo de crecimiento similar. No obstante, la dificultad para realizar comparaciones radica en que las fuentes de datos son distintas y utilizan metodologías diferentes: Idescat para Catalunya y el INE para España. En el mismo periodo analizado, el PIB español incrementó un 41% y el consumo de los hogares un 29%. El comportamiento de ambos indicadores fue paralelo desde el inicio del milenio hasta la crisis de 2007, tras lo cual empezaron a divergir. En este contexto, aparece un intenso debate sobre el problema de baja productividad que afecta tanto a Catalunya como a España, lo que las distancia de manera creciente de los estándares europeos.
El asunto ha sido reconocido durante años, pero hasta ahora no se ha tomado acción. Por ejemplo, hace tres años, la Cambra de Barcelona alertó en la presentación de los Indicadores de Progreso y Bienestar (IPB) sobre la persistente brecha del PIB per cápita de Catalunya en comparación con la Unión Europea. Tanto el Banco de España como el Cercle d’Economia destacan el lento crecimiento de la economía per cápita como un desafío importante tanto para España como para Catalunya. La renta media de los ciudadanos ha disminuido en el periodo considerado. Las razones de esta baja productividad y la reducción en la capacidad de consumo están estrechamente ligadas a un modelo económico que depende de sectores de bajo valor añadido, como el turismo de sol y playa, que, aunque son intensivos en mano de obra, no generan riqueza equivalente. Esta mezcla de industrias poco productivas y el aumento poblacional han llevado a cifras per cápita muy limitadas. Según Joan Ramon Rovira, la solución reside en aumentar y optimizar las inversiones: “Es crucial invertir más y de manera más eficaz, así como fomentar un entorno que incentive la inversión en nuevas tecnologías, iniciativas innovadoras y la capacitación de trabajadores en todos los sectores, incluido el turismo”. En 2023, el consumo por persona en España, ajustado a la inflación, estaba un 12% por debajo de la media de la UE, de acuerdo con Eurostat. Esta cifra incluye tanto el gasto de los hogares como el del Estado. España se encuentra en la parte baja de la clasificación, muy por detrás de economías fuertes de Europa como Alemania, Francia e Italia.
En la Unión Europea, existen notables variaciones en el consumo per cápita entre los diferentes países. Luxemburgo encabeza la lista, superando la media en un 38%. Le siguen Austria y los Países Bajos, ambos con un aumento del 17% respecto a la media. Según Eurostat, en 2023, diez países de la UE mostraron un consumo por persona que excede la media. Por otro lado, 17 naciones se posicionaron por debajo de dicha media, siendo Hungría la que presentó los niveles más bajos, con un 30% menos. Bulgaria se ubicó con un 27% debajo, mientras que Eslovaquia y Letonia se situaron un 25% por debajo. En el último año con datos disponibles, España ha mejorado su posición, pasando del 85% al 88% de la media.
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