En este otoño que se presenta más sereno, el BCE ha decidido nuevamente bajar los tipos de interés. Esta acción llega antes de lo que se preveía hace un mes, impulsada por una serie de malas noticias y el estancamiento evidente de Alemania, lo que afecta a la eurozona en su conjunto.
Según las proyecciones, el crecimiento del PIB en la eurozona para 2024 y 2025 apenas alcanzará un 1% anual, a pesar de que en otros lugares las condiciones son más favorables en la actualidad. Además, la inflación en la eurozona sigue disminuyendo, con un aumento medio de solo el 1,7% en septiembre, en comparación con el 4,3% registrado un año atrás.
Aunque los precios en el sector servicios continúan en un 4%, la tendencia sigue siendo a la baja en el avance del IPC, que los mercados prevén podría llegar al 2,0% en 2025, un objetivo que nuestro banco central busca alcanzar.
En este contexto, no resulta sorprendente que, tras el reciente ajuste, se considere otro recorte en la próxima reunión del BCE en diciembre, la última del año. Si se concreta esta nueva proyección, el tipo de interés estándar del BCE (el que abona a los bancos por los depósitos) se reduciría significativamente, pasando de un 4% a principios de junio a un 3% en diciembre. A partir de ahí, los mercados pronostican más recortes, que podrían llevar el tipo a un 2,25% a finales de 2025, un nivel que, siempre que no surjan nuevas sorpresas inflacionarias o recesivas, debería mantenerse durante los próximos años.
El estancamiento y la leve contención en los precios generan un nuevo miedo: la deflación. La persistente calma en la inflación y el evidente estancamiento que esto conlleva han dado lugar a esta nueva preocupación. ¿Qué es la deflación? Es una condición poco habitual, que parece lejana en este momento, pero no deja de ser posible. En efecto, los tipos de interés fijados en 0% o incluso en negativo por el BCE entre 2014 y verano de 2022 estaban motivados por la creencia de que, sin esas medidas, persistirían los efectos de la crisis financiera, llevando a una stagnación y una disminución de precios, lo que resultaría en un aumento real de las deudas. ¿Estamos volviendo a esos tiempos? Hay indicios que sugieren que sí.
Podríamos encontrarnos en una situación análoga a la del personaje de «El año pasado en Mariembad», de Alain Resnais (1961), quien no logra hacer que la mujer que vuelve a ver recupere la memoria de que, exactamente un año atrás, compartieron momentos.
Este estado intermedio entre el repentino auge de la inflación y el sopor que traen las fuerzas deflacionistas parece ser nuestro destino: desde que, en 2008, colapsó la burbuja del crédito, no hemos tenido tregua. Las heces deflacionarias globales, especialmente por la competencia de China, se han visto agravadas en los últimos años por el impacto en Alemania y sus aliados del drástico cambio energético debido a la guerra en Ucrania: recesión en Alemania y crecimiento muy reducido en general. ¡Qué panorama tan complicado! Ni un respiro para tomar aliento.