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Aeropuerto, no hagamos las cosas más difíciles

El presidente Salvador Illa ha informado sobre el inicio de un comité encargado de evaluar el futuro del aeropuerto de El Prat. Este proyecto es crucial, y el debate que genera es significativo, por lo tanto, es oportuno aclarar ciertos aspectos.

El Prat es uno de los aeropuertos más relevantes de Europa. Aunque su capacidad está próxima a su máximo, esto no es alarmante pues Catalunya también dispone de los aeropuertos de Girona y Reus, los cuales tienen capacidad adicional. El verdadero desafío radica en la conectividad intercontinental, especialmente hacia el Pacífico, donde se están trasladando los ejes económicos globales.

En comparación, Catalunya tiene menos conexiones que Baviera o Suiza, que poseen aeropuertos de menores dimensiones. Un factor limitante es la longitud de la pista, que determina si los aviones pueden realizar vuelos de larga distancia. Ignorar la situación de El Prat es, desde la perspectiva medioambiental, poco serio. Aunque hay una pista larga, su orientación hacia el área urbana de Castelldefels genera molestias a los habitantes. Prolongar la otra pista supondría afectar la laguna de La Ricarda, El Remolar, o ambas, lo que es problemático dado el deterioro del ecosistema en el Delta del Llobregat. Es crucial que los ciudadanos pidamos a nuestros líderes mejorar la conectividad en Catalunya, cuidar el medio ambiente y minimizar la incomodidad para los residentes. Esta es una tarea compleja, ya que el espacio disponible es limitado. No debemos, sin embargo, complicar el asunto con factores adicionales innecesarios, como el turismo o la crisis climática, que suelen surgir en estos debates.

Catalunya ha cometido un error estratégico al enfocarse en un turismo masivo con poco valor añadido, y esta decisión ya ha tenido repercusiones que se sienten en el ámbito social, como la crisis de la vivienda, y en el económico, que amenaza la sostenibilidad del Estado del Bienestar. Si ahora intentamos solucionar esta situación restringiendo nuestra conectividad, incurriríamos en una segunda equivocación, ya que una buena conexión es fundamental, aunque no la única, para potenciar sectores que aporten más valor.

Sobre la crisis climática, es crucial adoptar una postura seria. No tiene sentido que los catalanes tengamos que viajar a Barajas o París para volar hacia el Pacífico; por eso, no emprender acciones en El Prat es meramente simbólico y no contribuye a la solución. Urge implementar medidas contundentes ya acordadas y en marcha: la descarbonización gradual de la aviación en Europa, que debe alcanzarse para el 2050. Este cambio transformará la industria porque aumentará significativamente los costos, haciendo poco viables las opciones de bajo coste.

En resumen, el futuro de El Prat es crucial. Seamos críticos, pero evitemos complicaciones innecesarias.

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