El principio fundamental de la gestión empresarial actual que busca “maximizar el valor para los accionistas” puede llevar a los directores a satisfacer las demandas de los inversores. Según Pablo Foncillas, profesor en una escuela de negocios, este enfoque no solo es “legalmente incorrecto”, sino que también genera un “vacío de responsabilidad”.
Esto, argumenta, resulta en decisiones que “afectan negativamente la sostenibilidad de la empresa a largo plazo y, por extensión, de la economía en su conjunto”. Esta visión “sesgada” provoca acciones que priorizan “retornos inmediatos y seguros”, lo que a menudo implica una menor inversión en innovación, despidos y, en el peor escenario, la quiebra de la empresa.
Una solución temporal que puede acarrear problemas futuros.