Es posible que Donald Trump, quien podría resultar electo presidente de los Estados Unidos en noviembre, impulse una creciente protección de los productos estadounidenses. Se especula que Robert Lighthizer, potencial secretario de Estado, pretende revolver los principios del comercio libre y planea ejecutar una fuerte devaluación del dólar, lo que beneficiaría las exportaciones mientras eleva los costos de las importaciones, afectando enormemente a China y la Unión Europea, y eventualmente a todo el mundo.
Otra vez, nos enfrentamos a la eterna disputa entre proteccionismo y libre comercio.
Estos desafíos, vinculados con el comercio libre y el juego deshonesto, surgen desde finales del siglo XVIII, defendido en EE.UU. y Alemania por Alexander Hamilton, Fiedrich List y John Stuart Mill.
Esto ha causado muchos conflictos, hasta el punto de que se cree que la ley tarifaria proteccionista estadounidense Smoot-Hawley, aprobada en 1931, pudo haber provocado la Segunda Guerra Mundial.
Por otro lado, el modelo de proteccionismo de la política agrícola común de la UE representa un tercio del presupuesto comunitario anual.
Debemos recordar que casi todos los empresarios del mundo favorecen el proteccionismo en su propio sector y país, y el libre comercio en el resto. Esta visión se transfiere eventualmente a los gobiernos y políticas de los países. Aunque tanto EE.UU. como la Unión Europea promueven teóricamente el comercio libre, en la práctica apoyan los sectores y grupos que les convienen utilizando herramientas como primas a las exportaciones, subvenciones, normativas específicas y todo tipo de barreras que respaldan el proteccionismo.
El caso de la política agraria común en la Unión Europea es un ejemplo clásico de proteccionismo, ocupando un tercio del presupuesto de la comunidad cada año. Sin embargo, aun así, no se logra frenar las manifestaciones y protestas de los agricultores dentro de la Unión, acontecimiento que tuvo lugar en la primavera pasada. La aplicación de tales medidas desemboca en la adopción de represalias por parte de los países afectados, lo que solo contribuye a alimentar el proteccionismo y a obstaculizar el crecimiento de elementos esenciales, como la investigación y el desarrollo, perjudicando sobre todo a los consumidores a nivel global.
En un viaje atrás en el tiempo hasta el 2001, durante la ronda de negociaciones comerciales de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), se alcanzó un acuerdo basado en la liberalización comercial y la eliminación de los aranceles, creando una situación aparentemente favorable. Sin embargo, veinte años más tarde, la vulnerabilidad de Occidente frente a potencias asiáticas como Japón, China y Corea ha llevado a la implementación de medidas proteccionistas, especialmente en los Estados Unidos.
Por ende, sería necesario retomar las reuniones de la OMC con el objetivo de alcanzar un nuevo acuerdo con la participación de todos los países de peso a nivel mundial, para regular y estabilizar el comercio internacional. Aunque a primera vista parece una misión imposible, vale la pena intentarlo.
