«Somos una entidad atípica», era como Sam Altman, el líder supremo de OpenAI, se excusaba esta semana después de la inesperada partida de Mira Murati, la jefa técnica de la organización de inteligencia artificial. Los inventores de ChatGPT nos han familiarizado con un constante ajetreo de ejecutivos de alto nivel, que culminó hace casi un año con un levantamiento interno que momentáneamente despojó a Altman de su posición principal en la compañía.
Murati lo reemplazó brevemente en el cargo principal, pero la respuesta fue inminente. Microsoft intervino para apoyar a Altman, proponiendo contratarlo junto con cientos de empleados de OpenAI que indicaban su intención de seguirlo. La crisis concluyó con la vuelta de Altman y Murati como directora técnica, y una reestructura del consejo directivo, que ahora incorpora al gigantesco Microsoft.
Por detrás de todas estas alteraciones reside el debate sobre el propósito fundamental de OpenAI. Creada en el 2015 con el objetivo de ser una entidad sin fines de lucro enfocada en la investigación para desarrollar una inteligencia artificial segura y beneficiosa para la humanidad, su crecimiento acelerado tras la creación de ChatGPT los está llevando a reconsiderar su estructura. Ya en 2019, la empresa estableció una subsidiaria con fines de lucro para financiar los altos gastos del desarrollo de inteligencia artificial, y desde entonces ha atraido millones de inversionistas externos, como Microsoft. Ahora, según reveló Bloomberg esta semana, parece estar preparándose para dar el siguiente paso y convertirse en un negocio con fines de lucro. Durante dicha transición, la compañía técnica otorgaría a su CEO una participación del 7% en el patrimonio de la entidad.
El CEO de Open AI podría adquirir hasta un 7% de las acciones de la empresa. Este giro estratégico podría dar sentido a la reciente renuncia de Murati, a pesar de que ella no confirmó ninguna relación, enfatizando en cambio su deseo de asegurar una transición suave. Como ingeniera originaria de Albania, Murati ha desempeñado un rol fundamental en el desarrollo de productos principales de la empresa, como el chatbot ChatGPT y el software de creación de imágenes DALL-E. Su partida representa un golpe significativo, especialmente tras la reciente renuncia de otros tres altos ejecutivos, incluyendo al científico principal, Ilya Sutskever. Este patrón de salidas deja solo a dos miembros originales en la empresa, Altman y Wojciech Zaremba, y plantea preguntas sobre el liderazgo del CEO y la dirección futura de Open AI.
Actualmente, OpenAI está en el proceso de recaudar 6.500 millones de dólares en financiamiento, lo cual valoraría la empresa en 150.000 millones de dólares, y la establecería como la startup más valiosa del planeta. En este contexto, ha surgido una fuerte controversia acerca del rumor de que Altman podría terminar poseyendo el 7% de las acciones de la empresa. Esto representaría una suma abrumadora de dinero para el lider tecnológico.