El suministro de gas natural licuado (GNL) fue un factor clave para la Unión Europea en 2022, cuando Rusia interrumpió su suministro regular de gas tras la invasión a Ucrania. Como resultado, las importaciones de gas de la Unión Europea aumentaron en un 60%, lo que provocó una escalada de precios.
En ese marco, aquellos países con la infraestructura de regasificación más sólida, como España, fueron los menos golpeados. Según estimaciones de Enagás, en ese primer año de conflicto, España logró un ahorro de 10.000 millones de euros en comparación con el precio base del gas europeo, definido por el índice TTF.
Este escenario impulsó a las naciones europeas más afectadas por la interrupción rusa del suministro de gas, tales como Alemania, Italia, Grecia, Países Bajos, y hasta Francia, a desplegar nuevas estructuras de regasificación para enfrentar futuras perturbaciones en el sector de manera más eficiente. Generalmente, estas infraestructuras suelen ser plataformas flotantes. Alemania ha agregado seis de este tipo y tres terrestres.
Con todo, un informe del Instituto de Análisis Económico y Financiero de la Energía (Ieefa) está poniendo en duda si esas inversiones en infraestructuras fueron acertadas. En 2030, la capacidad de GNL podría alcanzar los 400 bcm (miles de millones de metros cúbicos de gas), teniendo en cuenta las estructuras ya construidas y los proyectos anunciados, lo que representa un incremento de 270 bcm en comparación con finales de 2022.
Sin embargo, con la demanda en caída y el incremento en las necesidades de GNL despertado por la crisis en Ucrania, las autoridades europeas se percataron del riesgo que suponía la dependencia energética. Esta situación condujo a un impulso a las políticas de descarbonización y de seguridad energética.
Según S&P Global Commodity Insights, se prevé que la demanda de gas natural licuado (GNL) estará entre los 150 y 190 bcm para el año 2030. No obstante, es probable que este impacto se comience a hacer evidente a partir del año 2025, y que para el 2030, la demanda de GNL podría reducirse en un 40%. A pesar de una fuerte demanda de GNL en Europa en el corto plazo, se espera que disminuya hacia el 2030, impulsado por las políticas de descarbonización y seguridad energética de la Unión Europea. El Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (Ieefa) estima que el 75% de estas infraestructuras quedarían obsoletas para esa fecha.
Dicho esto, el sector energético no considera esto un riesgo considerable. Afirman que la mayoría de las infraestructuras planeadas son «plataformas flotantes» que podrían desmantelarse sin demasiado costo o complicación. En cuanto a las instalaciones en tierra, se cree que tanto las existentes como las nuevas serán lo suficientemente versátiles para almacenar gases renovables como el amoníaco y el hidrógeno verde. Ana María Jaller-Makarewicz, analista de energía de Ieefa Europa, aduce que el plan para expandir la infraestructura europea de GNL debe tener en cuenta las proyecciones futuras de la demanda y recordar que la Unión Europea planea reducir en al menos un tercio el consumo de gas para el 2030.
A pesar de que se confirmen las proyecciones de disminución en el requerimiento de GNL, se argumenta que «la historia ha demostrado que el apoyo a la capacidad de almacenaje siempre resultará beneficioso».