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La deuda tóxica de España es dominada principalmente por inversionistas de Estados Unidos y países nórdicos

En el sector financiero hay una creencia generalizada: si una persona debe dinero, el problema es suyo; pero si son muchos los deudores, el banco tiene el problema. Las instituciones financieras son conscientes de este hecho y, para evitarlo y cumplir con las demandas regulatorias, han estado vendiendo sus carteras de préstamos difÍciles a empresas especializadas con un descuento.

Este método, junto con un buen nivel de empleo, ha ayudado a mantener los niveles de impagos bancarios excepcionalmente bajos y a que los balances bancarios se vean saludables. Sin embargo, la deuda tóxica no desaparece, simplemente cambia de titular.

Además, esta transferencia dificulta el seguimiento regulatorio.

Un informe reciente de Atlas Value Management reveló que entre 2015 y la primera mitad de 2024, los bancos españoles vendieron activos problemáticos por valor de 168.003 millones de euros. Estos activos varían desde préstamos supervisados, con retrasos de 30 días, hasta los más críticos, que superan los 90 días y requieren provisiones. Actualmente, la banca retiene en sus balances créditos de esta naturaleza por un valor de 43.259 millones, lo que ubica la tasa de morosidad bancaria en un 3,4%, considerablemente más baja que el 13% de 2013.

Aunque los bancos logran sanear sus balances, el riesgo de impago se mueve a la denominada «banca en la sombra», que preocupa a muchos expertos del sector.

¿Quiénes son los principales compradores de esta deuda tóxica? Tres fondos de capital riesgo estadounidenses se destacan en España por su especialización en la compra de activos problemáticos. Blackstone encabeza la lista con 32.440 millones de euros, principalmente procedentes del sector inmobiliario de Santander y Popular. Cerberus ocupa el segundo lugar con 32.399 millones de euros, en su mayoría originados de BBVA y Sabadell. A más distancia, Lone Star Funds adquirió alrededor 16,470 millones, en gran parte provenientes de compras a Bankia, según Atlas.

Junto a varias entidades financieras, existen firmas especializadas en la recuperación de deudas, a menudo mediante procesos judiciales o la búsqueda de soluciones para cada situación específica. En este complejo trabajo, las empresas nórdicas tienen preeminencia. Se destacan la firma noruega Axactor, con 12.896 millones, y la sueca Intrum, con 9.208 millones. La empresa polaca Kruk está adquiriendo mayor presencia en España, con 2.148 millones en activos problemáticos en gestión.

José Masip, de Atlas Value Management y autor de un informe al respecto, señala que «la competencia entre los adquirientes de deuda problemática ha incrementado en los últimos años”, facilitando así las operaciones de los bancos. Agrega que las carteras de deuda son diversas y que, por lo general, en las que se comercializan existe un abanico de calidad en los créditos.

La firma Blackstone mantiene 32.440 millones de euros, provenientes en su mayoría del sector inmobiliario del Santander y del Popular.

Al preguntarle qué se hace con estas carteras de deuda, Carlos Ruiz Cabrera, presidente de Angeco, la Asociación Nacional de Gestión de Crédito, menciona que el procedimiento depende del tipo de cartera. Los factores que influyen son si es una deuda hipotecaria o no, los activos colaterales (como hoteles, terrenos o viviendas), su antigüedad, si está judicializada entre otros factores. Afirma que debe haber «un equilibrio entre satisfacer el pago y tratar de forma justa a las personas». En foros de internet, se pueden encontrar comentarios acerca de la presión que ejercen algunas de estas compañías.

Ruiz Cabrera opina que las compras de deudas han llegado a «un nivel de estabilidad» que puede considerarse como «normal». Menciona que el «punto máximo» se dio algunos años tras la crisis del 2008 y que ahora estas empresas «contribuyen a mantener un nivel mínimo de tasas de morosidad, a pesar del aumento de los tipos de interés».El año pasado recuperaron alrededor de 12.000 millones en deudas, indica.

Según Leopoldo Torralba, subdirector del principal economista de Arcano Partners, la comercialización de activos tóxicos puede ser «en principio una herramienta bastante segura para el sistema». Esta estrategia le permite a las instituciones bancarias «liberarse de elementos propios en su balance que pueden ser aprovechados para otorgar créditos», mientras que los inversores «pueden encontrar una utilidad para esos activos que, en cualquier escenario, no será menos benefactora que la que los bancos podrían realizar».

Estos activos son excluidos del circuito regulador y comienzan a alimentar lo que se conoce en el mundo financiero como la banca en las sombras. Santiago Carbó, profesor de la Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas, alerta del constante crecimiento de la deuda en la sombra y advierte: «La ausencia de claridad, el tamaño de los volúmenes manejados por la banca en la sombra y su vínculo con el sector bancario son fuente de alarma».

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