Las recientes declaraciones del presidente Illa acerca de la expansión de El Prat están llenas de optimismo, lo cual representa un cambio radical en la postura del Govern hacia una de las infraestructuras críticas para continuar con la diversificación de la economía catalana, y específicamente de su sector agroalimentario.
No era tan complicado para la principal autoridad de la administración autónoma reconocer que el crecimiento económico puede coexistir con una gestión medioambiental robusta, particularmente en áreas protegidas, alimentada por tecnología e innovación. Aunque se ha tomado más de tres largos años para llegar a esta conclusión, valoramos positivamente este cambio de enfoque del Govern.
Sin embargo, ahora que vuelve a ser razonable el discurso político, es importante no olvidar algunos puntos esenciales que se han mencionado varias veces durante estos años. Por un lado, no hay enfrentamiento alguno entre la actividad agroindustrial, la expansión de las instalaciones aeroportuarias y la protección del entorno natural. El verdadero conflicto se encuentra entre las acciones implementadas por la Generalitat en los últimos tres años, los datos científicos y las exigencias de los servicios medioambientales de la Comisión Europea. Por tanto, debemos centrar adecuadamente el debate. La industria agroalimentaria del Delta del Llobregat puede florecer con un aeropuerto más grande, abriendo nuevas oportunidades de mercado, pero no podrá hacerlo con más de 2.000 hectáreas de tierra protegida bajo la regulación ambiental más estricta. Convertir una profesión en una simple tradición (que es lo único que realmente permite una ZEPA) por más que se pueda embellecer con tendencias actuales de turismo rural o actividades culturales, significa destruir una industria.
Por un lado, tenemos que esforzarnos en invertir y gestionar apropiadamente tanto el ambiente natural como las infraestructuras necesarias para que el Baix Llobregat funcione de manera eficaz. Es hora de decir basta a soluciones simplistas que no conducen a nada, como el diseño de compensaciones «generosas» basadas solo en la propiedad y la empresa agrícola, sin respaldo de evidencia científica actual que demuestre que esta es la mejor solución. De hecho, la evidencia que tenemos es bastante en contra de tal solución. En este momento, los términos «inversión» y «gestión» están en el núcleo de las discusiones debido al discurso de Mario Draghi instando a grandes esfuerzos conjunto público-privados tanto en inversiones (incremento del PIB en 5 puntos por 2030) como en modelos de gestión más eficientes y efectivos. Un sólido Plan de Gestión para la zona protegida actual, junto con las inversiones necesarias para revitalizar lo que está «muerto» (los humedales del Delta) y solucionar el serio problema de las inundaciones causadas por años de falta de inversión en infraestructuras hídricas, debe ser parte de la agenda a corto plazo. Sabemos que implementar algo así no es fácil. Requiere un alto nivel de compromiso y participación de los responsables técnicos y políticos. Nosotros no solo estamos dispuestos a colaborar, sino que queremos utilizar todas nuestras habilidades, capacidad de trabajo y experiencia para alcanzar este objetivo. Sin embargo, si por alguna razón se decide seguir el camino fácil y crear un conflicto artificial entre la expansión aeroportuaria, la protección del medio ambiente y el sector agroalimentario, seremos los opositores más firmes, como ha sido especialmente evidente en los últimos tres años. Por eso, sostenemos que la industria agroalimentaria no es menos importante que El Prat.
En contraposición a ciertas organizaciones que atesoran gran parte de su tiempo en obstaculizar el avance económico e inventar dilemas inexistentes, nosotros somos capaces de extraer ventajas de las simbiosis y el empuje que sugiere la expansión aeroportuaria para materializar un doble núcleo aéreo y agroalimentario a nivel global. Este núcleo, vinculará tanto la cercanía a grandes hubs de distribución y exportación como el suministro local hacia una gran zona metropolitana como es Barcelona. En otras palabras, nos enfrentamos a un desafío monumental para la próxima década, el cual demandará significativas alianzas de todos los actores involucrados, entre los cuales, el sector agroalimentario representa un aliado y no una amenaza. Es imprescindible impulsar que las infraestructuras aéreas futuras se desarrollen con máxima simbiosis con el propósito de que los conflictos relativos a gestión del agua, infraestructuras o inundaciones queden simplemente como un vestigio del pasado y se erijan como un modelo de excelencia.