Alemania se enfrenta a una recesión económica y esto ha comenzado a generar preocupación en toda Europa. En la última semana, institutos de análisis económico alemanes brindaron pronósticos poco alentadores para su desarrollo financiero, tras la confirmación oficial de Destatis, la Oficina Federal de Estadísticas, de un trimestre de primavera con resultados negativos.
Según las predicciones del Instituto de Economía Mundial de Kiel (IfW), se espera una disminución del 0.1% del Producto Interno Bruto (PIB) para este año y un limitado crecimiento del 0.5% para 2025. En cambio, el Instituto Alemán de Investigación Economica de Berlín (DIW) anticipa un estancamiento en 2024 y un crecimiento del 0,9% en 2025.
Ya desde 2023, la economía alemana registró una reducción del 0,3%. Especialistas advierten que numerosas firmas se han opuesto al cambio por demasiado tiempo. La industria de manufactura alemana languidece debido a factores estructurales como el coste energético, escasez de mano de obra especializada y una digitalización inadecuada. La crisis de energía que siguió a la interrupción por la pandemia de coronavirus en las cadenas de suministros, la cual se intensificó con la invasión de Rusia a Ucrania en febrero del 2022, ha golpeado a Alemania especialmente duro. Este país ha sido fuertemente afectado por el incremento en los costos de gas a nivel mundial luego de la disminución o cese del gas ruso, dado que posee una gran concentración de industrias con requerimientos intensivos de energía. Aunque ha logrado esquivar una recesión técnica, Alemania ha experimentado descensos en el PIB en cuatro de los últimos siete trimestres y no ha conseguido mantener un ritmo de expansión por dos trimestres consecutivos desde 2022. Al finalizar el segundo trimestre, el PIB alemán reportó una contracción del 0,1%, luego del aumento del 0,2% registrado en los primeros tres meses del 2024, según Destatis.
Además, los signos anticipan una recuperación prolongada y llena de dudas. De acuerdo con el instituto IfW de Kiel, para el 2026, es posible que el Producto Interno Bruto crezca un 1,1%, impulsado por un incremento en los días laborables. También se espera que el consumo, que actualmente es bastante limitado, favorezca una mejora gradual en el futuro. Sin embargo, no sólo estamos hablando de una triste performance, o de una crisis económica transitoria; se trata de una crisis sistémica. «La economía alemana se ve crecientemente amenazada por una crisis que no es solo cíclica, sino también estructural», declara Moritz Schularick, presidente del instituto IfW de Kiel. Su análisis incluye numerosos elementos, que afectan al actual gobierno tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales del canciller Olaf Scholz, a las regulaciones del Banco Central Europeo (BCE), a la postura de la industria alemana y al clima político en la nación. «Los recortes en el presupuesto del gobierno suman una carga adicional y el cambio en las tasas de interés por parte del BCE llega demasiado tarde para Alemania. Además, las antiguas industrias líderes han resistido al cambio durante demasiado tiempo, y el debate sobre el asilo está contaminando el diálogo sobre la necesidad económica de atraer a trabajadores calificados del extranjero», explica el economista Schularick. «Mientras persista esta situación, podemos esperar una disminución en nuestras oportunidades de crecimiento». Esta semana ha surgido una crisis en la empresa automotriz Volkswagen, que considera cerrar dos fábricas en Alemania y despedir empleados, para contrarrestar la caída en la demanda de automóviles. Sin embargo, otras empresas alemanas también enfrentan serios problemas. El grupo metalúrgico Thyssenkrupp informó pérdidas de abril a junio, debido a las difíciles condiciones del mercado, mientras lucha por reestructurar su división de acero.
Durante un periodo reciente, hubo una pérdida de 54 millones de euros, en contraste con una ganancia neta de 83 millones de euros durante el mismo trimestre del año previo. La empresa productora de baterías, Varta, experimentó una caída en bolsa en agosto, luego de implementar un plan de reestructuración que, en lugar de resultar beneficioso, depreció el valor de sus acciones. La economía alemana se sustenta en gran medida en el comercio exterior – en junio se registró una disminución del 3,5% en las exportaciones – y en la industria. Marcel Fratzscher, líder del instituto económico DIW de Berlín, advierte que muchas compañías aún no han enfrentado adecuadamente la transición energética, un problema evidente en una serie de sectores, desde la automoción (afectada por la reducción en la demanda de vehículos eléctricos) hasta la maquinaria, la industria farmacéutica o química. Sin embargo, el presidente del DIW mantiene un tono optimista. «La economía alemana tiene un gran potencial para recuperarse; aunque los contratiempos no pueden ser completamente descartados, mantenemos un optimismo cauteloso», sostiene. La inflación ha continuado disminuyendo este año y según el Instituto IfW de Kiel, es probable que se mantenga alrededor del 2% en los próximos dos años. Las empresas alemanas enfrentan la competencia de productos hechos en China, que el gobierno alemán considera simultáneamente un «socio, competidor y rival sistémico». Sin embargo, algunas de estas empresas están trasladando parte de su producción a China, India y otros países asiáticos debido a los costos laborales en Alemania. BASF, la empresa química más grande del mundo, considera trasladar parte de su personal a Asia y realizar despidos en Alemania. Fratzscher recuerda que la política interna tiene un impacto sobre la economía, y señala el creciente auge del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD).
Fratzscher argumenta que el auge de la AfD puede ser un elemento peligroso; la tendencia hacia el extremismo de derecha y la incertidumbre resultante de las elecciones regionales en Turingia y Sajonia podrían intensificar el estancamiento político y, en particular, debilitar seriamente a estos dos estados federales. En este escenario, el sentimiento entre las empresas alemanas disminuyó por tercer mes seguido en agosto, de acuerdo con una encuesta realizada por el instituto económico de la Universidad de Munich (Ifo) a 9.000 ejecutivos. El índice de ambiente de negocios bajó a 86.6 en agosto, frente a 87 en julio. “La economía alemana se está sumergiendo cada vez más en una crisis; las empresas están adoptando una actitud más negativa y su percepción de su situación actual es peor”, concluye Clemens Fuest, jefe del Ifo.