En una fase de mi carrera, llevé a cabo una profunda exploración sobre la mentalidad emprendedora, es decir, cómo una persona desarrolla la iniciativa y la persistencia necesarias para crear su propio negocio. Realicé numerosas entrevistas a distintos empresarios y una lección clave que obtuve fue el papel ambivalente que juega la ilusión en este ámbito.
La ilusión, que incluye deseo, motivación, esperanza, visión y entusiasmo, es esencial para poner en marcha cualquier emprendimiento. Constituye una fuente de energía y tracción, siendo así una fiel aliada. Sin embargo, el lado oscuro de la ilusión es precisamente su capacidad engañosa, transformándola en nuestra principal adversaria.
¿A qué se debe esto? Como solemos decir en catalán: no tocar de peus a terra, es decir, tendemos a soñar en exceso e ignorar las advertencias y señales que nos manda la vida cotidiana. Emprendemos basándonos en nuestras ilusiones y una vez que se ha invertido, el manejo del crecimiento debe ser una cuestión de realidades. A través de mi experiencia, he aprendido que el acto inicial de poner en marcha un negocio no es la parte más complicada, sino la gestión cotidiana del mismo. Resulta que en los primeros años de la gestión de un emprendimiento, siempre parece haber escasez de fondos. Si las ventas no prosperan, los costes se acumulan y repercuten en el flujo de caja. Aun cuando las cosas marchan bien, las inversiones necesarias para sostener el crecimiento pueden requerir desembolsos previos al ingreso de los cobros. En estas situaciones, es crucial que la ilusión no nos nuble la visión y debemos aprender a entender e interpretar lo que un buen amigo denominó como “el ritmo de la realidad”.
No solo se trata de cuánto vendes o facturas. El compás de la realidad define la sincronización entre clientes, recursos, proveedores, personal, fondos y activos. Por ejemplo, es posible que una pequeña agencia de servicios tenga éxito y asuma más carga y proyectos de lo que su equipo puede manejar. Atraer talento puede ser incluso más desafiante que atraer clientes. A eso llamo «el compás de la realidad». Esta idea permite responder preguntas como: ¿cuál es la verdadera situación de mi negocio?, ¿cuánta carga puedo manejar?, ¿qué podemos y qué no podemos hacer?, ¿cuánto volumen podemos gestionar eficazmente?, ¿cuánta liquidez podemos generar? En resumen, una perspectiva sistémica, objetiva y realista de tu realidad empresarial.
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