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Los falsos liberales

Hablar ignorante. Creer que se conoce sin haber leído. No comprender lo que se lee y, si es posible, mantener el silencio. Este patrón suele ser una característica de nuestra época, ya sea en políticos, analistas o comentaristas profesionales. A continuación, presento algunos puntos para respaldar esta afirmación.

«Una sociedad es adinerada si sus trabajadores también lo son, ya que son la mayoría de la población. Un alto salario promedio debe ser visto como evidencia de la abundancia de una sociedad que se puede permitir pagar bien a todos sus miembros; no existe una mayor riqueza que esta».

«Altos salarios para los trabajadores y bajos tipos de interés son atributos que una economía social debería aspirar si desea progresar económicamente y preservar una justicia equitativa. Los bajos tipos de interés evitan que las personas vivan de sus rentas sin trabajar, por lo que la prosperidad de un país depende del hecho de que cada sector de la economía invierta la máxima cantidad posible de capital productivo con intereses bajos; las tasas de interés altas son características de sociedades estancadas».

Los ideólogos del liberalismo contemporáneo han eludido lo que no les favorece.

«Es inusual que las personas del mismo sector se reúnan sin que la conversación termine conspirando contra el interés colectivo, aliándose para aumentar los precios de sus productos (…). Por lo tanto, el capital es inconstante y se desplaza fácilmente, obligando a rendimientos similares a subir, mientras que los trabajadores deben realizar tareas muy diversas en esfuerzo, y a veces en condiciones perjudiciales y peligrosas. La variabilidad de sus recompensas les dificulta compartir la noción de “clase” o nivel. Una sociedad cómoda es aquella que facilita la ‘adquisitividad’ para la mayoría de sus habitantes: que los trabajadores puedan adquirir todo lo útil y necesario para vivir. Así, la opulencia de un Estado debe ser identificada con el bienestar de su clase más abundante».

Las personas no deberían ser impulsadas a trabajar por la pobreza o la miseria. Un estándar de vida digno, en lugar de la mera supervivencia, debería determinar los salarios de los trabajadores. Esta lógica coincide con los intereses de los agricultores y otros productores, quienes por el bien público, se dedican a la tarea vital de proveer alimentos y bienes naturales.

Curiosamente, estos pensamientos no son nada revolucionarios, sino que provienen del padre de la economía moderna, Adam Smith (1723-1793). Smith es recordado principalmente por su concepto de «la mano invisible del mercado» y su defensa del liberalismo económico. Sin embargo, sus contribuciones notables a la economía, como se reflejan en obras importantes como «La riqueza de las naciones» y «La teoría de los sentimientos morales”, son a menudo pasadas por alto.

Las teorías de Smith han sido interpretadas (si es que realmente se han leído) de manera selectiva, ignorando aquellos aspectos que no se acomodan a los intereses de los defensores del liberalismo contemporáneo. La obra recientemente publicada de Branco Milanović, «Miradas sobre la desigualdad», publicada por Taurus, es una respuesta a aquellos que defienden el liberalismo sin tener un verdadero conocimiento de sus raíces y su alcance.

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