El suceso económico más destacado de esta semana ha sido definitivamente la convulsión en la bolsa del lunes y la creciente fluctuación en los mercados de valores. A pesar de la gran cantidad de análisis y debates que se han generado en los últimos días, resulta provechoso examinar los razonamientos usados para explicar estos eventos y evaluar su viabilidad.
En primer término, es importante indicar que los mercados de valores han mostrado en las últimas semanas indicios de un cambio de tendencia respecto a los patrones recientes, que se ha basado principalmente en el acelerado aumento en el valor de las acciones de unas pocas empresas tecnológicas.
Los conocidos como los “siete grandes” (Apple, Meta, Microsoft, Alphabet, Amazon, Tesla y Nvidia) han sido los protagonistas de gran parte de las ganancias en los mercados de valores (el 52% del crecimiento del S&P hasta junio fue atribuido a estas empresas). Desde hace unas semanas, se ha observado un giro hacia las acciones de las empresas de capitalización baja, acompañado de la venta de las grandes empresas tecnológicas. Esta tendencia fue confirmada por la decisión de Warren Buffet de vender una significativa cantidad de acciones de Apple pertenecientes a Berkshire Hathaway.
Una justificación comúnmente citada para el descenso en los precios de las acciones durante la última semana es la disminución de la rentabilidad de las acciones debido al incremento de la tasa de interés. Evidentemente, el alza de las tasas de interés hace que los beneficios futuros sean menos valiosos en términos descontados y hace los bonos más atractivos. Si se espera que una compañía tarde más en generar ganancias, entonces los dividendos que esta generará en el futuro serán menos valiosos con el incremento de las tasas de interés. Esta es la razón por la que en los últimos dos años, el capital de riesgo ha sufrido. Sin embargo, este argumento no parece explicar completamente lo que está sucediendo, debido a que las tasas de interés han estado subiendo desde hace tiempo y actualmente están en una fase de disminución. Incluso, no es viable pensar que las tasas de interés experimentarán un retraso, ya que las recientes señales de los bancos centrales indican una reducción. Esta situación podría entenderse si las expectativas de cambios futuros en las tasas de interés apuntaran a una reducción en las bajadas esperadas, como sucedió hace un año. Sin embargo, actualmente la situación es la opuesta: en los Estados Unidos se espera de cuatro a cinco bajadas de un cuarto de punto, cuando hace dos semanas solo se esperaban dos o tres como máximo.
Los fondos de cobertura
Fondos privados e inversores han recurrido al endeudamiento en Japón, debido a las tasas de interés extremadamente bajas y a la depreciación de su moneda, con el fin de invertir en activos más lucrativos.
Los datos recientes indican que la generación de empleos en Estados Unidos la semana pasada fue menor de lo previsto, junto con un leve incremento en las cifras de desempleo. A la par, compañías como Disney, Airbnb, Hilton, McDonald’s, Procter & Gamble o Starbucks señalan una disminución en el consumo. Aunque esta disminución no es drástica, sí ha incrementado la posibilidad de una recesión en diez puntos, situándola en un 25%. Sin embargo, estos cambios no pueden justificar por completo las fluctuaciones abruptas observadas en los mercados, a menos que estos estén particularmente reactivos a la incertidumbre. Lo pudimos observar el jueves pasado, cuando una pequeña caída en las solicitudes de desempleo semanal conllevó la mayor alza del Nasdaq desde noviembre 2022.
Otra teoría común para el aumento de volatilidad es el «efecto agosto», donde una merma en la liquidez de los mercados bursátiles dada por las vacaciones de muchos operadores, podría generar variaciones significativas de los precios con pocas transacciones. No obstante, este fenómeno era muchísimo más plausible hace 20 años. En la realidad actual, la negociación algorítmica acapara una gran proporción de las transacciones, con el 70% del total en EE.UU., un 60% en Europa y más del 90% en el mercado de divisas.
Argumentos como el desempleo en EE.UU o el aumento de la probabilidad de recesión, no pueden servir de explicación total a los movimientos abruptos en los mercados bursátiles en estos días.
Los argumentos sugieren una rápida disminución en la confianza respecto a la habilidad de las empresas tecnológicas de producir grandes ganancias futuras a través de la implementación generalizada de la inteligencia artificial. Sin embargo, no es claro por qué esto ocurre ahora y no hace dos meses o por qué no sucedería en dos meses. Es verdad que el alza de la bolsa en Estados Unidos ha elevado el costo de las acciones, con una tasa de precio a beneficio cíclicamente ajustado de 34.3, mayor que durante la crisis del 29 (31.48), pero aún muy lejos del 44.2, valor alcanzado durante la burbuja tecnológica del 2000.
La última teoría que se maneja y la más plausible aunque también la más complicada es el fin del carry trade en yenes. La inesperada caída en la bolsa de Japón el lunes pasado, junto con un sorpresivo aumento en las tasas de interés en Japón (de 0.1% a 0.5%) y el fortalecimiento del yen, sugiere una causa más que una coincidencia. Durante los tres últimos años, numerosos fondos de cobertura, fondos de capital privado e inversionistas han tomado prestado en Japón debido a las muy bajas tasas de interés y la depreciación de su moneda, para invertir en activos más redituables como pesos mexicanos, reales brasileños, el baht tailandés o en empresas tecnológicas.
La reducción de la inflación en Estados Unidos, junto con la esperada aceleración de la caída de sus tasas, y la subida de tasas en Japón han llevado a la apreciación del yen. Esto ha ocasionado la rápida desaparición de este tipo de operaciones, ya que el costo de pagar mayores intereses en un yen más alto en dólares elimina el atractivo de estas operaciones. En el pasado, los fondos de cobertura e incluso muchos inversores japoneses, usaron el carry trade para adquirir acciones tecnológicas, las cuales probablemente estarían vendiendo para convertir los dólares en yenes antes de que el tipo de cambio del yen se aprecie aún más, lo que podría afectar sus rentabilidades.
Recordar que la depreciación del Nasdaq ha coincidido con la apreciación del yen frente al dólar resulta intrigante. Sin embargo, la dificultad para determinar cuánto más tiempo perdurará este episodio o cuán severas serán las caídas radica en nuestra incapacidad para conocer con total certeza el volumen global de estas operaciones, aunque se presume que son enormes. De ser correcta esta suposición, lo que hemos presenciado esta semana sería apenas el inicio. Mercados con valores altos y una disminución en los gastos de los consumidores sólo pueden precipitar esta situación.