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¿Temor de verano?

El lunes anterior, una crisis financiera global sacudió los mercados: una brusca y aguda caída en el índice de la bolsa japonesa (el más importante en 37 años) se propagó por Asia, Wall Street y Europa, causando una significativa devaluación del mercado de valores.

Los motivos del desplome en Japón se atribuyen al incremento de tasas de interés establecido por el Banco de Japón, lo cual exige deshacer transacciones de préstamo en yenes destinadas al adquisición de bienes en dólares o euros (denominado carry trade), más atractivos debido a su alto rendimiento.

Al aumentar el costo de esos préstamos, se debe proceder a la venta de los bienes adquiridos y a la recompra de yenes, ocasionando la apreciación de la moneda japonesa, perjudicando las expectativas de exportación del país y arrastrando hacia abajo las cotizaciones de las principales compañías. A este impacto que proviene de Japón se sumaron resultados laborales adversos en Estados Unidos y la disminución de las cotizaciones de las grandes empresas tecnológicas, en unos momentos en los que el banco central americano (la Fed) decidió, la semana anterior, mantener las tasas de interés estables. En resumen, inconvenientes en la bolsa japonesa y temores de recesión y de altas tasas en Estados Unidos.
Los bancos centrales no están promoviendo la estabilidad necesaria.

El reciente desarrollo económico nos ha proporcionado algunas enseñanzas cruciales que no deberíamos ignorar. La primera se relaciona con las repercusiones de las tasas de interés crecientes en economías que, a raíz de más de diez años de valores cero o negativos, se han vuelto dependientes del endeudamiento. Y este hábito no es gratuito: el regalo del dinero inevitablemente provoca la creación de burbujas en los precios de títulos de deuda (ya sea pública o privada) y la riqueza (bursátil o inmobiliaria). Después de todo, lo que aumenta en exceso finalmente deberá disminuir: las alegrías pasajeras han llegado a su fin.

La segunda lección ya está apareciendo: el gobernador del Banco de Japón ha declarado que pospondrá futuros aumentos y, implícitamente, que revocará los ya implementados si es necesario; esto es similar a lo que ocurre en los Estados Unidos, donde constantemente los mercados instan a la Reserva Federal a que, a pesar de la inflación, disminuya sus tasas de interés. Y parece que serán escuchados. Esta es otra versión de una dinámica que conocemos desde los años noventa, con el llamado put de Greenspan: la búsqueda de altos rendimientos invirtiendo en activos riesgosos con la confianza de que la Reserva Federal intervendrá si es necesario, como lo ilustra el excelso trabajo de Christopher Leonard (2022), The lords of easy money. How the Federal Reserve broke the american economy.

Desde entonces, los mercados financieros han acostumbrado a sus bancos centrales: el put de Greenspan, como se le llame en estos días, continúa siendo su salvavidas. Esto puede ser positivo para ellos, pero ciertamente no es beneficioso para la economía real: La estabilidad económica requiere estabilidad financiera. Y esto no es lo que están promoviendo los bancos centrales.

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