Europa está luchando para mantener su competitividad económica y las medidas implementadas por Bruselas parecen estar exacerbando el problema en lugar de mitigarlo. Un aspecto reciente de esta tendencia es la inclusión de la navegación en el sistema ETS (Sistema de comercio de emisiones).
Este sistema obliga a los barcos mercantes que pesan más de 5.000 toneladas y que hacen escala en un puerto europeo, a pagar por sus emisiones de CO2. Esta medida se implementará progresivamente hasta 2026, luego de lo cual, los barcos que navegan entre dos ciudades de la UE tendrán que pagar el 100% de sus emisiones de CO2.
Si la ruta inicia o termina en un puerto fuera de la UE, la tasa se reduce a la mitad. Este cambio ha sembrado temor en el sector marítimo español. Temen que, para abaratar, los barcos de carga con destino a Europa opten por hacer una parada en los puertos de África del Norte, reduciendo la cantidad de operaciones en Barcelona, Valencia y Algeciras.
Las críticas no se limitan al sector marítimo. Sectores estratégicos como automoción, química y azulejos han expresado durante años su insatisfacción por las duras metas de descarbonización de Bruselas. Aseguran que cumplir con estas metas les coloca en desventaja competitiva frente a empresas de países menos enfocados en la sostenibilidad medioambiental.
No hay duda de que las políticas de la UE han tenido algún impacto en la reducción de las emisiones, con una disminución del 3% reportada entre 2018 y 2023. No obstante, muchos críticos argumentan que estas cifras solo muestran una parte de la historia. Aseguran que, en realidad, la UE simplemente está «exportando» sus emisiones a los países donde se han reubicado las fábricas que cerraron en Europa.
Europa puede optar por métodos alternativos más eficaces para reducir las emisiones de CO2 en la navegación marítima, en lugar de imponer un impuesto único que costaría a la industria alrededor de 8.400 millones en 2026. Una opción más viable y rápida sería promover la fabricación de combustibles renovables que requieren una mínima inversión para su uso en motores convencionales, sin necesidad de modificar barcos o infraestructuras de suministro.
La Comisión entrante tiene la capacidad de cambiar el rumbo. El desafío principal será equilibrar la mejora de la competitividad con la disminución de emisiones, que no debemos olvidar, sigue siendo nuestra meta primordial como sociedad. De no ser así, solo logrará dañar gravemente una de las palancas de su economía y, más importante aún, continuar minando la débil posición de Europa en los mercados internacionales.
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