En un día veraniego cualquiera, un individuo carga su vehículo eléctrico con todo lo necesario para su descanso estival y se dirige hacia su destino vacacional. Previamente, verifica en la aplicación de su teléfono los lugares en los que puede recargar la batería de su vehículo.
Sin embargo, desconoce que podrían existir muchos más puntos de recarga si las regulaciones de las redes de distribución avanzaran al mismo ritmo que el crecimiento del mercado de vehículos eléctricos.
Pero, ¿qué son exactamente las redes eléctricas? Son las infraestructuras formadas por cables, transformadores y otros dispositivos que permiten transferir la electricidad de un lugar a otro.
Estas redes están atravesando distintas revoluciones que están modificando el presente y futuro de la energía, y por ende, de la sociedad. Vivimos en una sociedad que progresa rápidamente hacia un consumo de energía con menor emisión de gases, lo cual ha llevado a que las actuales redes sean insuficientes. En la actualidad, hacemos uso de centenares o miles de dispositivos, a diferencia del pasado en el que solo utilizábamos unos pocos. Además, contamos con paneles solares, lo que significa que a veces necesitamos energía, otras veces nos autoabastecemos y otras dejamos un exceso. Refiriéndonos nuevamente al vehículo eléctrico, es como si tuviésemos autopistas que no han sido modificadas en años, pero que ahora tienen que soportar una gran cantidad de tráfico y todo apunta a que en el futuro será aún mayor.
En una industria regulada con más energías renovables.
En los últimos años, la transición a las energías renovables ha tomado un gran impulso. El 23% del consumo energético actual proviene de la electricidad, pero se estima que ese porcentaje aumentará hasta el 60% para 2050. Para poder mantenerse al ritmo de ese cambio, Europa necesitaría inversiones de 67.000 millones de euros anuales. Sin embargo, es posible que con una inversión de 55.000 millones – si se aceleran las inversiones preventivas, que son los fondos destinados a infraestructuras antes de que la demanda aumente, podría ser suficiente para no quedarse atrás y cumplir con las necesidades de la economía.
Con el sector energético en una situación de potencial estancamiento, debido a las regulaciones, algunas personas temen un posible colapso energético en el horizonte. Sin embargo, los más optimistas ven un chance para transformar las limitaciones regulatorias y acelerar el avance hacia una nueva revolución industrial basada en energías renovables.
Se sabe que el 40% de las redes fueron construidos en los años 80.
Frente al cambio climático y el objetivo de cero emisiones para 2050, surge la conciencia de una transición energética. La crisis de Ucrania y el conflicto del gas ruso, junto con las oscilaciones continuas del mercado petrolero, refuerzan la necesidad de que Europa obtenga su independencia energética a través de una electricidad basada en energías renovables, lo que a su vez estimula la competitividad mediante precios económicos. Aunque aparentemente sencillo, este paso acarrea significativos desafíos de administración.
“A diferencia del gas y el petróleo, donde un solo actor produce y abastece a los demás, las energías renovables se encuentran descentralizadas. Tenemos la posibilidad de instalar aerogeneradores o paneles solares para nuestros propios usos en los hogares y volcar los excedentes en la red. Se trata de un sistema descentralizado con flujo bidireccional”, argumenta Kristian Ruby, secretario general de Eurelectric, que reúne a 3.500 operadores y distribuidores eléctricos europeos.
A medida que el desafío medioambiental se convirtió en una preocupante realidad y Bruselas decidió tomar una posición firme hacia la descarbonización, la industria tomó medidas para adaptarse. La población comprendió el mensaje y se comprometió para que esto fuera posible. Los paneles solares están ya presentes en nuestras casas, los autos eléctricos ganan terreno poco a poco en las calles y las bombas de calor empiezan a reemplazar a los sistemas de calefacción a gas. De hecho, la Directiva Europea sobre Eficiencia Energética tiene como meta abolir los sistemas de calefacción con base en combustibles fósiles en todos los inmuebles antes de 2035 o 2040. Además, cada vez hay un mayor número de industrias que desean electrificar sus instalaciones para reducir su impacto en la emisión de carbono o simplemente para asegurar su producción al margen de los cambios geopolíticos en los países productores de combustibles fósiles.
Dicha tendencia aumenta la demanda de electricidad, y aquí surge un inconveniente: el 40% de las redes de distribución en Europa datan de hace más de 40 años. De alguna manera, estamos intentando abordar el futuro con infraestructuras del pasado. Eso se vuelve comprensible cuando consideramos las estadísticas: según un estudio de Accenture para Eurelectric, el 70% de los proveedores de electricidad en Europa tienen más de un millón de usuarios. Eso representa un millón o más de ciudadanos, empresas o industrias que confían en su proveedor de electricidad para suministrar la energía necesaria para conectar un creciente número de dispositivos a la red. Para añadir a esto, más de la mitad de estos proveedores ya tienen en su mix energético un predominio de fuentes renovables superior al 60%. Esta forma de generación electricidad es sin duda más verde, pero está más descentralizada, lo que requiere un incremento en la infraestructura para que toda la electricidad generada en instalaciones solares, parques eólicos o hidroeléctricas pueda ser distribuida de manera efectiva.
Poseo un vehículo eléctrico que necesito cargar. Cada país tiene su propio sistema regulatorio, algunos son más estrictos, como es el caso de España. Aquí, el regulador se muestra indeciso cuando las propuestas de inversión exceden la demanda presente. Una vez que son aprobadas dichas propuestas, se realizan las inversiones para luego ser revisadas por el regulador. Este proceso se demora aún más en España debido a la burocracia inherente al sistema. Si todo está en orden, el operador recibe autorización para añadir este costo a la factura del usuario, lo cual se ve reflejado años después. Las compañías de distribución indican que aún están a la espera de la aprobación de las compensaciones del 2020, las cuales están vinculadas a inversiones realizadas entre 2016 y 2018. Esto evidencia la desconexión existente entre la economía real y las inversiones desprestigiadas.
Por otro lado, Ruby advierte que estas inversiones deberían estar orientadas a satisfacer la demanda dentro de una década, cuando es probable que muchos individuos e industrias necesiten electrificación para cargar sus automóviles, calefaccionar sus viviendas con bombas de calor o conectar sus fábricas a la red eléctrica. Existe la posibilidad de que, si todos los residentes de un edificio deciden pasarse a la energía eléctrica y colocan bombas de calor en sus domicilios, algunos podrían quedarse sin autorización si la red local es incapaz de suministrar los kilovatios necesarios.
La inclemencia del clima se ha transformado en un reto constante para aquellos encargados de la gestión eléctrica. «Nosotros lidiándose con condiciones meteorológicas cada vez más difíciles», indica. El mal tiempo de años anteriores ahora se manifiesta como incesantes lluvias, inundaciones o vientos con fuerza de huracán que retan la resistencia de los sistemas eléctricos que se crearon en una era donde el clima no era tan violento. La legislación vigente demanda que las líneas de alta tensión resistan vientos de 120-140 km/h. Sin embargo, las tormentas del otoño pasado alcanzaron velocidades de hasta 161 km/h. En Porbou (Girona) los días ventosos han llegado a registrar ráfagas de viento de 170 a 180 km/h.
La posibilidad de conducir desde España
Juan José Alba, director de regulación de Endesa, concuerda en que las dificultades reglamentarias y la lenta recuperación de las inversiones son un obstáculo. “Estamos experimentando un auge de centros de procesamiento de datos que desean establecerse en España. Pero estamos rechazando solicitudes porque no tenemos capacidad para suministrar los miles de megavatios que necesitan. No es simplemente que nosotros perdamos una oportunidad de negocio, es que como nación estamos perdiendo la chance de generar trabajos de calidad y atraer industrias que aporten riqueza, paguen impuestos y diversifiquen la economía”, expresa. Un situación parecida ocurre con las industrias alimenticias que quieren cambiar sus calderas de gas por bombas de calor. “Acaban desistiendo de proyectos de eficiencia energética puesto que necesitan 20 megavatios de capacidad de red en la zona industrial donde operan y no podemos proporcionárselo”.
Alba enfatiza que el regulador a menudo critica las inversiones proactivas, alegando que superan la demanda actual, pero ignora que estamos dejando de lado a esos consumidores a quienes no podemos atender. Pese a que dichas inversiones pueden parecer excesivas, Alba sostiene que los peajes abonados por los nuevos clientes ofrecerían un retorno de entre 4 y 6 veces mayor que el desembolso inicial. La implementación de esta estrategia beneficiaría a los clientes ya existentes, ya que distribuir estos costos de infraestructura entre un número más grande de personas disminuiría el precio promedio de la factura eléctrica para todos.
La necesidad imperativa de tomar medidas rápidamente para no perder esta oportunidad ha llevado a abrir conversaciones entre la industria eléctrica y los administradores para revisar el marco actual. «Nunca hemos estado al frente en recursos energéticos y siempre nos hemos quedado rezagados en las revoluciones industriales. Por primera vez tenemos la posibilidad de encabezar el sistema energético. Poseemos vastas zonas deshabitadas y potencial para producir energía fotovoltaica, eólica e hidráulica. Esto nos proporciona una ventaja competitiva, no solo para exportar energía renovable y económica, sino también para atraer industrias al país», concluye.
¿De nuevo trabajos en las calles?
Mientras los ciudadanos adoptan el desafío energético, los reguladores muestran lentitud y una mentalidad a corto plazo al aprobar inversiones para la infraestructura de las redes eléctricas. Un 56% de los operadores europeos muestra su insatisfacción con las restricciones regulatorias. Para el 19% también hay falta de acceso a recursos financieros para realizar las inversiones necesarias. «A nivel político se habla de ‘soluciones flexibles’ y adaptaciones con tecnologías digitales, cuando en realidad necesitamos invertir en infraestructuras a largo plazo», insiste Ruby.
Subraya la molestia que causan las constantes obras de infraestructura en la ciudad para los habitantes. «Es agotador, ¿no les parece? Entonces, ¿por qué debemos romper las calles cada tres años solo para instalar un poco más de cable? Si abres solo una vez y pones un cable de gran capacidad, puedes evitar la molestia de tener que hacer obras de construcción periódicamente. Es una inversión más costosa, pero a largo plazo, es más económica», propone como analogía de la inutilidad de los avances graduales.
Y por si fuera poco, llegan los hackers
Los sistemas obsoletos son un blanco perfecto para la ciberdelincuencia. «Desde hace dos años que Europa ha tomado partido por Ucrania, hemos sido objeto continuo de ciberataques. Y la situación empeorará, porque los delincuentes ven estas acciones intermedias entre el espionaje y las acciones de guerra como menos riesgosas que una intervención directa. Simplemente, tienen que sabotear digitalmente», alerta el secretario general de Eurelectric. En el pasado, los criminales arriesgaban sus vidas. Hoy, un hacker podría dejar a millones de ciudadanos en Europa Central sin calefacción durante una ola de frío sin moverse de su habitación. O podrían cortar la electricidad en medio de una salida importante e impedir la carga de nuestro coche eléctrico.
Por eso enfatiza que las inversiones no deben enfocarse solo en la instalación de cables y la mejora de transformadores, sino también en reforzar la defensa digital de estas infraestructuras. Y eso añade un costo adicional.
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