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La nadadora artística estadounidense Anita Álvarez sufrió un desmayo en la final del solo libre y Andrea Fuentes acudió a su rescate.
«No se me va a olvidar, no he vivido muchas experiencias de estas.
Ha sido un susto grande, aunque no es la primera vez que le pasa. Es una deportista que le gusta llegar al límite, pero hoy se ha pasado 20 pueblos. Le he dicho que no lo haga más. La prueba ha sido genial, pero nuestro deporte es muy duro.
Nos quedamos sin oxígeno y ella dice ‘¿por qué me tiene que pasar a mí?’ Pero a los ciclistas, en los maratones… también pasa», explicó.
«A veces los deportistas buscamos el límite del cuerpo y lo encontramos. Lo que pasa es que en el agua asusta más porque era justo el único momento en el que estaba sola. Yo he visto que los socorristas estaban paralizados y yo les estaba gritando, pero como se quedaban embobados, me he tirado y veía como se hundía. He hecho la apnea más rápida de mi vida, más que cuando entrenaba para los JJ.OO«.
«Anita está perfecta. Cuando ha empezado a respirar, todas las constantes estaban perfectas. El cuerpo es increíble. Cuando pasas un susto grande y te relajas, te entra el ataque de risa. Veía cómo se hundía; el polo me pesaba 20 kilos y he visto al socorrista llegando a su ritmo. La cojo y la saco, pero tenía la mandíbula dura y le he metido dos tortazos y le he gritado que respirase. Pero no respiraba. El socorrista la mantenía boca arriba y cuando alguien no respira hay que girarle para que no trague agua. Le giraba la cabeza porque el otro no se enteraba de nada. Y encima tenía que arrastrar a los dos porque no sabía nadar bien».
«Anita pesaba mucho, pero si estuviese sola la sacaba más rápido. Pero el socorrista me estaba dando patadas y no me dejaba sacarla. El pobre, que no es deportista olímpico, quería hacer su trabajo y yo le decía que se apartase para sacarla más rápido. Pero no hablaba inglés. Anita tenía la mandíbula atascada y le he abierto la boca para que sacase el agua, pero no respiraba. Al final, al cabo de dos minutos, ha empezado a respirar».
«Los servicios médicos le querían poner máscaras y ella gritaba diciendo que la dejaran en paz. Yo la conozco y ella sabe que cuando está bien, está bien. Al final he tenido que apartarles las mano. Estaban muy histéricos y no la calmaban. Al final ha acabado bien».
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