Fernando Rodríguez hace una reflexión sobre el último y polémico Festival de Cine de San Sebastián en su Columna Semanal.
Columna Semanal de Fernando Rodríguez: San Sebastián o el último aliento del cine.
Columna Semanal de Fernando Rodríguez
Los diez días más importantes del año para el cine en España comienzan a finales de septiembre. Siempre es así, pase lo que pase, pandemias inclusive.
Y es que la cita con el cine de autor atrae a espectadores de todo el mundo que desean ver la película de su director, actor o productor favorito. Son días de estrenos, de pre-estrenos y de mercado. De mucho mercado.
Las productoras usan el escaparate de San Sebastián para vender sus films a distribuidoras que quieran lanzar su película en salas o en plataformas. Así, una película como Magical Girl que costó 100.000 euros (muy poco presupuesto) pudo alzarse con la Concha de Oro (el premio más importante) y ser estrenada en todos los cines de España. Esto sucedió en el año 2014.
Diez años después está considerada la mejor película del cine español. San Sebastián es, por tanto, un festival necesario para un cine que necesitamos. Un cine ligado al arte. Un cine de esos que llaman de autor, y que consiguen que decenios después del estreno de una película las personas sigan acudiendo en masa a verla. Los pájaros de Hitchcock, Pulp Fiction de Tarantino o Magical Girl de Vermut.
Conchas de oro
Este año estamos ante la edición más polémica. Y gran parte de la culpa la encuentro en la ausencia del glamour hollywoodiense que viene motivada por la huelga del sindicato de actores. Esto no hace más que quitarle nata a una tarta cuya base comenzó a derretirse con el documental No me llames ternera, donde el etarra admite 50 años después la autoría de dos atentados sin pedir perdón a las víctimas. Además, la sombra del MeToo es alargada y sigue oscureciendo a la competición oficial. Este año han decidido que la cineasta francesa Claire Denis sea la presidenta del jurado. Esta mujer, que poco o nada sabe del cine de autor (todas sus películas están protagonizadas por actrices famosas) narra en sus guiones historias de mujeres que por azares del destino ocupan puestos de poder. Usando para ello la psique histérica del feminismo más desnortado, la que se reúne en masa en las salas (francesas, ojo) con sus cabellos morados (verdes, o azules, o rojos) y justifica su cine empleando cabriolas ideológicas inasumibles por parte de alguien con una frente cuya dimensión supere los dos dedos. Esta mujer ha querido que el 80% de producciones que compitan este año sean de mujeres. ¿Hay algo menos cinematográfico que basarse en el género del director para decidir la idoneidad de su propuesta en un Festival Internacional de CINE? ¿Qué imagen estamos dando al exterior? ¿Y por qué dejamos que todo esto lo decida un FRANCÉS?
Conchas, muchas conchas
Y si hay un hombre aliado de esa izquierda caviar malasañera que no ha pegado un palo al agua en su vida es Javier Bardem. Ya desde su NO A LA GUERRA dejó clara su postura de machito contra machitos. Representa completamente la perdición de nuestro cine. Acapara todos los premios masculinos y encuentra en el feminismo más rancio su salvavidas: “Si hay menos hombres compitiendo, más posibilidades de que gane yo”. Sin embargo, propongo correr un velo y separar, como debe ser, obra de artista. Eso que no saben hacer justo las que dominan este Festival, ya que han vetado el estreno de la última película de Woody Allen. ¿A qué festival del mundo se le ocurriría vetar la última película que dirigirá en su vida uno de los mejores directores de la historia?
Lo bueno
En fin, terminemos con un dulce. Está confirmada la presencia de estrellas europeas como Juliette Binoche, Mads Mikkelsen, François Cluzet o Dominic West. Además de intérpretes españoles como Laia Costa, Hugo Silva, José Coronado, Carmen Machi o los Javis. Para terminar me gustaría pensar que el cine seguirá vivo gracias a festivales como este. Me refiero al cine de autor. O de autora, vaya usted a saber cómo se dice ahora.
