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Un segundo, más que una película que sufrió la censura en China, es una carta de amor al cine. Su director, Zhang Yimou, es un cineasta que lleva más de 25 películas dirigidas en más de 35 años de carrera.
Un segundo va mucho más allá. Tiene mucho más de retrato y de recuerdos nostálgicos del director de lo que podría parecer. Esto la ha convertido sin pretenderlo en una película perseguida por el Gobierno chino que no ha permitido que se estrene ni en Berlín ni en Cannes.
La película narra la historia de un prisinero de un campo de trabajo que huye y lo arriesga todo para poder contemplar a su hija en una película que proyectan en un cine cercano. Pero cuando está a punto de conseguirlo, una ladronzuela se cruza en su camino, roba la película y lo que parecía sencillo acaba siendo mucho más complejo de lo que nadie podía esperar.
Un segundo es enternecedora, es nostálgica, es tierna. Está protagonizada por dos pícaros divertidos que rinden homenaje al cine como evasión, al celuloide como casi una obra de arte a la que hay que tratar con mimo. La película, aunque estuvo preseleccionada para ir al Festival de Cannes, al de Venecia y Berlín, vio impedida su recepción debido a la censura de China.
La película emociona más aún cuando descubrimos que el nostálgico retrato que hace de esos campos de trabajo en los años 60 está basado en su propia experiencia. Yomuy pasó por uno de ellos en su juventud durante la Revolución Cultural China, cuando le enviaron a un campo de reeducación política. Pero además, Yimou comparte con el protagonista ese dolor por no haber visto crecer a su hija. Él también sufrió la dolorosa separación de su hija de su primer matrimonio. La Revolución Cultural, período a mediados de la década de 1960, en que el regímen maoísta recuperó el poder del país eliminando cualquier disidencia considerada ‘burguesa’, la película es el regreso de Yimou a un cine de caracter más autoral tras años realizando superproducciones como Las flores de la guerra, con Cristian Bale, o, La gran muralla con Matt Damon.
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